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¿ÁMBAR = ELECTRICIDAD?
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                        Si admiramos a una elegante dama que luce un collar de ámbar, posiblemente, nos parecería un desatino pensar en la electricidad; y, sin embargo, existe una conexión entre ellas.

                       Se cuenta que Tales de Mileto, uno de los sabios más notables de la antigüedad, paseaba por las playas del Mar Báltico y recogió de las arenas un trozo de una materia sólida, de color amarillento. Jugando con ella,  la frotó contra una piel y comprobó ésa materia atraía pelusas, hilos y plumas. Esta resina fósil, con esa curiosa propiedad de atracción, es la misma que nosotros llamamos ámbar. Tales de Mileto  le dio el nombre de elektron. En nuestros tiempos, se sabe que los mayores depósitos de esta substancia están en las playas del Mar Caspio, pero puede encontrársela en muchos otros lugares del mundo. El paseo del griego ocurrió el año 600 a.C. y solo en el siglo XVIII, Gilbert, investigador del magnetismo, recordando las observaciones de Tales, sugirió que a  esta fuerza  se la denominara electricidad.

                        En 1733, DuFay, experimentando, frotó dos varillas de ámbar y lo mismo hizo con dos de cristal. Las varillas magnetizadas por el frotamiento, se repelían, pero si frotaba una pareja compuesta de una varilla de cada material, se atraían. Pensó que existían dos tipos, una vítrea y otra resinosa. Benjamín Franklin lo rebatió: solo había una electricidad.

                        Y lo explicó de la siguiente manera: Al frotarse el vidrio, la electricidad fluía hacia el interior dándole carga positiva y agregó que al juntarse, las varillas intercambiaban el flúido hasta establecer un equilibrio.

                        En la década siguiente, von Kleist ideó la botella de Leiden. Era un frasco revestido de papel de estaño y una varilla  lo penetraba atravesando el corcho del gollete. Si la botella estaba cargada, al tocarla daba un golpe eléctrico y hasta llegaba a producir una chispa.     Von Kleist estableció que  a mayor carga eléctrica  mayor era la tendencia del fluido a escapar, desde la máxima concentración (polo negativo) hacia el área más débil  (polo positivo). Esta  fuerza fue denominada electromotriz.  La chispa era el resultado del choque entre los innumerables electrones y las moléculas del aire, originándose un ruido por la expansión del aire al caldearse rápidamente y por la entrada de aire fresco, al producirse un vacío parcial.

                       Franklin estuvo de acuerdo con quienes compararon este hecho con el fenómeno natural de los rayos y truenos, durante las tempestades celestes. Para probarlo, en medio de una tormenta, elevó una cometa con un hilo de seda, a cuya punta había unido un alambre y con la otra punta en su mano, cogió una llave de agua de su casa: saltaron chispas  eléctricas. ¡Franklin había inventado el pararrayos!  

                        Las nubes actuaron como un polo, mientras la Tierra jugó el papel del otro polo.