¿ÁMBAR
= ELECTRICIDAD? |
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Si admiramos a una elegante dama que luce un collar de ámbar, posiblemente, nos
parecería un desatino pensar en la electricidad; y, sin embargo, existe una conexión
entre ellas.
Se cuenta que Tales de Mileto, uno de los sabios más notables de la antigüedad, paseaba
por las playas del Mar Báltico y recogió de las arenas un trozo de una materia sólida,
de color amarillento. Jugando con ella, la
frotó contra una piel y comprobó ésa materia atraía pelusas, hilos y plumas.
En 1733, DuFay, experimentando, frotó dos varillas de ámbar y lo mismo hizo con
dos de cristal. Las varillas magnetizadas por el frotamiento, se repelían, pero si
frotaba una pareja compuesta de una varilla de cada material, se atraían. Pensó que existían dos tipos, una vítrea y otra
resinosa. Benjamín Franklin lo rebatió:
solo había una electricidad.
Y lo explicó de la siguiente
manera: Al frotarse el vidrio, la electricidad fluía hacia el interior dándole carga
positiva y agregó que al juntarse, las varillas intercambiaban el flúido hasta
establecer un equilibrio.
En la década siguiente, von Kleist ideó la botella de Leiden. Era un frasco
revestido de papel de estaño y una varilla lo
penetraba atravesando el corcho del gollete. Si la botella estaba cargada, al tocarla daba
un golpe eléctrico y hasta llegaba a producir una chispa. Von Kleist estableció que a mayor carga eléctrica mayor era la tendencia del fluido a escapar, desde
la máxima concentración (polo negativo) hacia el área más débil (polo positivo). Esta fuerza fue denominada electromotriz.
Franklin estuvo de acuerdo con quienes
compararon este hecho con el fenómeno natural de los rayos y truenos, durante las
tempestades celestes.
Las nubes actuaron como un polo, mientras
la Tierra jugó el papel del otro polo. |