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Arrecifes de coral

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Se pueden decir muchas cosas sobre los arrecifes, por ejemplo, que los científicos los nombran atendiendo a su estructura pétrea, debido a que cada especie de coral alojada en el gran edificio del arrecife construye su fortaleza de modo peculiar. Hay esqueletos coralinos que parecen cerebros, otros estrellas, asteriscos, cráteres, cuernos de ciervo, ramas, jarrones, tubos de órgano etc. Puede decirse que es una paradoja de la naturaleza, porque es una especie de isla pródiga en abundantes colores en medio de la monotonía del mar; es también una estructura pétrea intrincada, de infinitas formas, envueltas por lo amorfo del mar abierto. Además, hay dejar constancia que es el más rico de los ecosistemas existentes en las aguas superficiales de los mares tropicales,
mares que, a su vez, son unos de los medios más pobres en nutrientes de la Tierra.


¿Y cómo se forma el arrecife de coral? Comienza cuando la larva ciliada del coral, llamada plánula, abandona el medio planctónico y se fija en una superficie resistente para transformarse en pólipo. Cambia entonces el cilio, que le servia para nadar, por una boca central rodeada de una corona de tentáculos, que era su órgano de comer y descomer. El pólipo absorbe iones de calcio y carbonato de las aguas marinas, con los que construye su propio esqueleto, un resistente abrigo de piedra caliza.
El pólipo fundador de la colonia se va dividiendo, por lo general, de manera asexua-
da, primero en 2 nuevos pólipos,, luego en 4, 8, 16..., con el tiempo en 1.024, y así sucesivamente, por lo que puede suceder que los pólipos tomen la forma de un racimo, pero todos los pólipos que lo constituyen, son genéticamente idénticos. Por razones de nomenclatura, los científicos clasifican los corales atendiendo a la forma general del esqueleto de la colonia y no por los rasgos específicos del pólipo que las forma. Tal vez parezca un criterio injusto, pero el pólipo es un minúsculo ser casi inapreciable, mientras que la forma de la colonia se identifica con facilidad. En consecuencia, los corales de la
familia Fungiidae se llaman así por su parecido con los hongos (en latín, fungí); los Tubiporidae, por su forma de tubos de órgano; los Milleporidae, porque semejan llamas encendidas, etcétera.

Bajo condiciones favorables y en ciertos lugares -plataformas continentales poco profundas de mares tropicales y subtropicales o islas de mares cálidos- las colonias coralinas acaban formando grandes arrecifes, donde los corales aportan los bloques pétreos de la construcción y las algas calcáreas, el cemento que los une. Hay también multitud de "peones", pequeñas plantas y animales cuyas conchas o protecciones calcáreas se descomponen en finos granos de arena y rellenan las oquedades del arrecife. Considerando su forma general, se distinguen tres tipos de arrecifes, ya identificados por Charles Darwin: arrecifes barrera, atolones y arrecifes costeros. El arrecife barrera, el más impresionante de los tres, es una especie de superorganismo vivo de forma alargada, construido con caliza, rebosante de clorofila y erizado de tentáculos urticantes. Miles de especies de coral, algas, esponjas, crustáceos, moluscos y peces actúan como bioingenieros en la construcción del arrecife, cuyos espigones apuntan en la dirección del oleaje, como defensa de las olas y reducir el poder erosivo del mar.


El pólipo del coral parece poca cosa, porque, en verdad, es solo una boca que está corona de tentáculos, pero que a la vez actúa como ano; sin embargo, este organismo tan elemental es el gran constructor de la Tierra, pues los arrecifes son las mayores edificaciones levantadas por seres vivos. Con ayuda de sus congéneres y amigos, el humilde pólipo construye con el tiempo colosales monumentos de asombrosa complejidad arquitectónica por lo que puede afirmarse que el arrecife es el mayor constructor de los seres vivos y donde el más pequeño espacio está densamente está densamente poblado y lujosamente edificado hasta en sus mínimos detalles.


Sin embargo, quien observa atentamente el arrecife, logra apreciar que existen distintas estrategias, por ejemplo, en el uso del color. Es sabido que algunas criaturas del mar, como el pulpo, el lenguado y el pez piedra, hacen de su color un camuflaje. Otras, como los nudibranquios, lo emplean por el motivo contrario, es decir, para llamar la atención; muchos de ellos, sobre todo las babosas de mar, exhiben colores muy llamativos y lo hacen, porque se alimentan de presas tóxicas, como esponjas y anémonas de mar, lo que los convierte en animales venenosos. Si tuvieran colores menos chillones, serían comidos por error, para desgracia del comido y del comensal. Todavía, hay un tercer grupo usa el color por mimetismo. A esta categoría pertenecen, por ejemplo, los falsos peces limpiadores (bienios con dientes), pequeños peces que adoptan los colores y las danzas de los verdaderos peces limpiadores, para atraer con estos engaños a peces deseosos de ser limpiados y arrancarles por sorpresa la carne a dentelladas. Una cuarta estrategia en el uso del color, al parecer la más común, es la de aquellos seres que hacen de su color el distintivo de su especie y un señuelo para atraer al sexo opuesto; a esta categoría pertenecen, entre otros, el pez arlequín y el pez payaso, de vistosos colores circenses. No hay duda de que el arrecife es un lugar peligroso para muchos seres vivos, gran parte de sus pobladores desovan durante la marea baja, tonel fin de que, al retirarse las aguas, arrastren los huevos hasta el mar abierto y los alejen de los peligros del arrecife; sin embargo, pese a en esos lugares ocurren verdaderos dramas, es difícil observar la violencia en esos territorios.