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La aspirina centenaria

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A fínales del pasado siglo, Bayer & Co. era una modesta empresa que fabricaba tintes y colorantes a partir del alquitrán de carbón, y que tenía un departamento farmacéutico en el que trabaja el químico Félix Hoffmann, de 29 años. Trabajaba buscando una aplicación de los compuestos fenólicos, subproductos que se obtenían en la fabricación de anilina; su idea era preparar un derivado del ácido salicílico que no tuviese efectos secundarios. Su padre, que padecía de una artritis reumatoide, sería el primer beneficiado si lo conseguía, porque el salicilato sódico que se utilizaba para tratar su enfermedad, no sólo le provocaba náuseas, sino que las dosis usuales le resultaban intolerables su para su estómago.

En agosto de 1897 Hoffmann logró el ácido acetilsalicílico y lo dio a probar a su progenitor, quien obtuvo la recompensa del alivio de sus dolores sin efectos secundarios. Tras muchos ensayos de estabilidad, pureza, eficacia, tolerancia y de todo tipo realizados por el farmacólogo Heinrich Dresser, dos años más tarde, el nuevo producto sería comercializado por la empresa Bayer con el nombre de aspirina, que pronto se convertiría el medicamento más popular.

El antecedente natural de la aspirina está en la corteza del sauce.

Unos 400 años a.C., el médico griego Hipócrates de Cos, recomendaba mascar la amarga corteza de ese árbol para aliviar el dolor y la fiebre. Más adelante, tanto los escritos de Dioscórides y Plinio el Viejo (siglo I) como Galeno (siglo V) recogieron el uso medicinal de las hojas del sauce. En 1763, el reverendo Edward Stone, utilizó un extracto de la corteza de Salix alba para reducir la fiebre de 50 pacientes; pero, solo en 1828, J. A. Buchner, profesor de farmacia, descubrió que la salicina producía tales, un producto amarillo que podía ser extraído de la corteza del sauce.

El francés Gerhardt, en 1853, obtuvo por primera vez el AAS (así se suele abreviar el ácido acetilsalicílico), aunque en una forma impura y que se descomponía. Hoffmann, que había seguido trabajando en su descubrimiento, simplificó el método haciéndolo posible industrialmente, lo mejoró y obtuvo el ácido en forma pura y estable. Era un polvo cristalino, sedoso y blanco, de sabor amargo.

A comienzos del siglo XX los médicos de todo el mundo recetaban ya aspirina para una gran variedad de dolencias, desde dolores de cabeza hasta tuberculosis, pasando por gripes, gonorrea y cualquier tipo de inflamación, como amigdalitis, rinitis, artritis o cistitis. Pero el uso más trascendental del medicamento había de llegar en la segunda mitad del siglo.En 1954 científicos de la Universidad de Frankfurt comprobaron que el AAS evitaba la agregación de las plaquetas de la sangre, impidiendo la coagulación, lo que constituyó la primera pista para su utilización en la prevención de la formación de trombos que, como se sabe, pueden taponar una fina arteria coronaria que al quedar semiobstruida, por falta de riego, originaba un infarto de miocardio. Pronto vinieron los resultados estadísticos que reflejaban las ventajas de utilizar Aspirina para el corazón más tarde se comprendió su efecto. Mientras continúa utilizándose como analgésico, antipirético y antiinflamatorio, los especialistas afirman que el más efectivo, seguro y barato de los medicamentos que pueden que pueden disminuir el riesgo cardiovascular es el ácido acetilsalícilico.

La palabra aspirina, se formó con la A de acetil y spir proviene de Spirae, el vegetal que contiene el principio activo de la salicina.

A comienzos, la Bayer vendía su producto en polvo, pero desde 1904 se empezó a vender como comprimidos, es decir, la popular aspirina ya es centenaria.