Democracia ateniense |
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La Asamblea se convocaba, al menos, tres veces cada mes, al aire libre. Ése día, al amanecer, desplegaban un estandarte y los ciudadanos a medida que llegaban tomaban asiento en las gradas. Enfrente, en una plataforma de piedra, estaban los magistrados que iban a presidir la Asamblea. Empezaba la sesión con una ceremonia, religiosa. Log sacerdotes paseaban unos cerditos alrededor de la Asamblea, los degollaban, recogían la sangre y con ella regaban el suelo. Luego se quemaba incienso. Un heraldo recitaba una oración pidiendo a los dioses que se mostrasen propicios, y una maldición contra cualquiera que intentase engañar al pueblo. Entonces el presidente, en nombre del Consejo de los Quinientos, exponía las cuestiones que se iban a discutir, porque la Asamblea no debía deliberar sino acerca de asuntos anunciados de antemano y ya examinados por el Consejo. Luego leía la proposición redactada por éste y preguntaba a la Asamblea si quería discutirla. Los asistentes respondían alzando las manos. Empezaba la deliberación. El heraldo decía en alta voz: ¿Quién quiere tomar la palabra?".
Una vez terminada la votación, el heraldo pronunciaba una fórmula religiosa y la Asamblea se disolvía. Las proposiciones aceptadas por la Asamblea se consignaban en forma de decretos. Al frente se ponía el nombre del presidente, del secretario y del ciudadano que había presentado la proposición. De esta suerte el pueblo sabía quién le había inducido a tomar una medida. El ciudadano que había presentado una proposición seguía siendo responsable de sus consecuencias. Cualquiera podía, intentar contra él un proceso y, si el tribunal juzgaba lo propuesto contrario a las leyes, era condenado a multa y podía ser privado, de los derechos de ciudadanos, en lo sucesivo Juzgaban también las causas de los ciudadanos, la Asamblea de justicia, llamada Heliea, mucho menos numerosa que la de gobierno. Todos los años, sus miembros, se nombraban por sorteo. Eran unos 6.000 en total, pero no todos se reunían a la vez, ya que estaban divididos en secciones de 500 miembros cada una. Por la mañana, los miembros se reunían en la plaza pública. Se sorteaba para saber en qué local celebraría audiencia cada sección aquel día y qué clase de causa había de juzgar.
La leyenda dice que corrigió este defecto, caminando
por las playas hablando con la boca llena de piedrecitas, pero la
verdad es que lo hizo en un sótano y se rapó el cabello
para no salir a la calle; ahí estuvo encerrado hasta que le
creció de nuevo el cabello, que fue el tiempo que se tomó
para corregir su defecto. Su regreso a la Asamblea fue un éxito
y nos ha dejado la expresión filípicas por sus discursos
de crítica a Filipo III, de Macedonia. Demóstenes, además,
dejó una serie formas -utilización de las manos, gestos
de la cara, acentuaciones de la voz - que él implantó
en su forma de hablar al público con el objeto de dar más
fuerza y convicción a las ideas que exponía en sus discursos. |
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