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¿Existió el continente perdido o es sola una leyenda?
Las descripciones literarias de la naturaleza, pueden comprobarse
fácilmente.
Podemos citar algunas que son falsas y otras que deben corresponder
a una realidad; por ejemplo, la celebración del Domingo de
Ramos es uno de estos errores inducido por Lucas, pues en el país
montañoso de Judea no crecían palmeras. En cambio, las
descripciones de Homero tienen verosimilitud, porque a pesar de su
simbolismo poético, con ellas se puede reconstruir el viaje
de Ulises.
El arqueólogo Heinrich Schlieman apasionado lector de la Ilíada
y poseedor de un certero instinto llegó a la convicción
de que debió existir la ciudad de Troya descrita por Homero,
y con la Ilíada en el bolsillo, pese a las burlas de los especialistas,
partió en su búsqueda. En 1970 en Hissarlik encontró
su supuesto emplazamiento enterrada bajo los escombros de cuatro ciudades
superpuestas, exactamente como Homero la había descrito. Incluso
encontró la bañera de Helena.
Schlieman prosiguió sus trabajos arqueológicos: Micenas
(1876), Orcómeno (1880), Tirinto (1884) y la isla de Itaca;
tambiém descubrió los restos de la civilización
micénica.
Quien haya leído las tradiciones de los escritores antiguos
sobre la Atlántida desaparecida, sobre todo el relato de Platón,
no duda un instante de que no se trata de una fábula, sino
de un hecho cierto. Se pueden inventar mentiras, pero no verdades.
Platón relata en Timeo que el primer legislador de Atenas,
Solón (hacia el año 600 A. J.), se trasladó a
Egipto para estudiar la legislación del antiguo Estado del
Nilo. Los sacerdotes lo recibieron con honores, pues conocían
bien a sus antepasados. El propio Solón, según le dijeron,
no podía saber nada de sus antepasados, pues el antiguo reino
griego había sido destruido por los terremotos y con él
habían desaparecido todos los testimonios. Pero ellos, que
vivían en la tierra cenagosa del Nilo, libre de terremotos,
y que, al contrario de los griegos, estaban familiarizados con la
historia, sabían todavía bastante de aquel reino. En
efecto, los antepasados de Solón habían dirigido el
alzamiento de los pueblos sometidos de la cuenca del Mediterráneo
contra el reino tiránico de la Atlántida. Así
los griegos -lo que también es muy significativo y suena a
verídico- aparecen ya en los comienzos de la historia como
los primeros luchadores por la libertad.
La descripción que los egipcios esbozaron de la isla Atlántida
conserva todavía, a pesar de las numerosas adulteraciones que
ha debido sufrir desde Solón hasta Platón, los rasgos
inconfundibles de lo que se llama islas de estela. A cinco días
de navegación de la costa de Gibraltar, había en el
Atlántico una cadena de islas y el rey de la isla mayor había
conseguido el dominio. Estas islas tenían elevadas montañas,
y por su clima marítimo estaban pobladas de bosques y, lo que
es característico de las islas de estela, eran ricas en fuentes
termales. Se hacía llegar el agua a las ciudades, a las casas
y pórticos, con lo que los habitantes de la Atlántida
dieron a los pueblos antiguos el ejemplo para la instalación
de las termas, que admiramos en las ruinas de las ciudades antiguas.
Al igual que todos los reinos costeros e insulares de la historia,
los reyes de la Atlántida adquirieron su poderío gracias
al comercio marítimo, y crearon un imperio colonial como más
tarde los fenicios, cartagineses, griegos, romanos,, normandos, venecianos,
portugueses, holandeses, españoles, ingleses y japoneses- Esto
significa el absurdo político de que un reino insular pequeño
domine el mundo, pero tal hecho, de vez en cuando, ha resultado típico
de la historia.
Hacia el año 9.000 a.C. las islas fueron sacudidas por violentos
terremotos y debieron hundirse en el mar. Esta interpretación
tiene todos los rasgos de veracidad, desde el punto de vista de las
ciencias naturales. Bastaría colocar a Japón , en lugar
de la Atlántida para tener en el Pacífico el retrato
de la hermana del Atlántico. Es posible que en los tiempos
futuros no se sepa nada de nuestra historia cultural, pero un investigador
puede descubrir los indicios de culturas universales, como nos ha
sucedido a nosotros, como han sido descubiertos restos en América
del Sur o China. Hoy tenemos escudos ingleses que han sido desenterrados
en África del Sur y Australia ¡y por todas partes la
misma escritura! Hoy, hay certezas de culturas similares a ambos lados
del Atlántico - los mayas, los incas, los aztecas-en el lado
americano y, en el euroasiático las civilizaciones babilónicas
de Asia Menor, los etruscos prerromanos de Italia, los aqueos helénicos
de Homero, las culturas de Micenas y Creta y las mauritánicas
antiguas del norte de África.
Todos estos pueblos adoraban al Sol en templos orientados astronómicamente,
utilizaban un calendario del mismo tipo fundamental, embalsamaban
a sus muertos y el conocimiento de la redondez de la Tierra, 3.000
años antes de Moisés; sin embargo, se retrocedió
después al extremo que, en Europa Occidental, hace 300 años
se quemaba en la hoguera al que enseñaba estos conocimientos,
ya presentes en los hombres de ciencia 5.000 años a.C.
La Atlántida, como todas las culturales insulares, solo debió
ser el rebrote de una civilización continental, lo mismo que
Inglaterra es un brote del Imperio Romano y el Japón, la hija
insular de la madre China. En la costa occidental de Europa, en los
Pirineos y en las vertientes de la Riviera se han descubierto en las
cuevas de las montañas los restos culturales de razas que encontraron
su fin, evidentemente, en la época glaciar, cuyas últimas
generaciones, probablemente, vivieron en esas cuevas. Y los pintores
que cubrieron las paredes de estas cuevas no era hombres primitivos
- en el sentido peyorativo que se da a esta expresión -; en
cambio, podemos usar el símil para decir que fueron miembros
de una escuela de impresionista, en el XXX a.C., hija tardía
de su civilización. Sin embargo, todavía, no podemos
decir que, la Atlántida, el continente perdido que es un problema
resuelto.
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