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La grandeza de un artista, el genio singular, no surge de un desierto:
es fruto de un ambiente y recoge una herencia que en él madura.
Nijinski creció en una familia de danzarines y en Rusia donde
la danza era una institución nacional a la que se rendían
altos honores y se exigían grandes méritos.
La tradición del ballet ruso tuvo su origen durante el reinado
de Pedro el Grande. La primera escuela fue creada en 1735 por Cristian
Wellman, bajo el patrocinio de la zarina Ana Ivánovna. Posteriormente,
Catalina, la Grande, dio a la Escuela mayor impulso y una organización
militar, con lo que existió ya la base para que Didelot, maestro
francés a quien el zar Pablo confirió la dirección
suprema de la Escuela Imperial de Danza, suscitase la formación
del desde entonces famoso ballet ruso.
Cuando Nijinski empezó su educación de bailarín,
la Escuela de Danza, incorporada a la casa imperial y ligada a la
corte, había producido ya cuerpos de baile reputados entre
los mejores del mundo, en los que se destacaban grandes figuras. La
madre de Nijinski, Eleanora Bereda, era alumna de la Escuela de Danza
de Varsovia cuando conoció a Fomich Nijinski; se casaron y
con su compañía de baile recorrieron todas las Rusias,
desde el mar Báltico al mar Negro, de Polonia al Cáucaso,
de Siberia al Turkestán.
El 28 de febrero de 1890, según el calendario ruso, en la ciudad
de Kiev, nació Vatziav Nijinski, segundo hijo del andariego
matrimonio. Muy niño aún, Vatziav empezó a recibir
lecciones de su padre, junto con sus hermanitos. Fomich compuso una
danza de marineros para sus tres hijos, y por primera vez Vatziav
Nijinski bailó ante un público. A partir de entonces,
los tres niños aparecieron en escena con frecuencia. Fomich
se dio cuenta de que su hijo Vatziav era el que poseía más
aptitudes y le enseñó los pasos más elementales
y las clásicas "cinco posiciones". A raíz
de la trágica muerte de su hijo Stanislav, Fomich abandonó
a la familia por lo que Eleanora dejó de bailar e instaló
una modesta casa de huéspedes para criar a sus tres hijos.
Vatziav tenía siete años y Eleanora esperaba que llegase
a ser un gran bailarín, pero la Escuela Imperial de Danza,
no lo admitió por su corta edad; debió esperar dos años,
penosos y agotadores para la madre.
Nicolai Legat, que fue su maestro, era la única persona que
conseguía vencer la timidez del muchacho; Legat sabía
que tenía en sus manos un bailarín excepcional. En 1902,
Nijinski fue admitido definitivamente en la Escuela Imperial, donde
en adelante vivió como interno y como otros alumnos tomaba
parte en las comparsa o representando pequeños papeles. Al
poco tiempo, fue capaz de maquillarse solo y con tanta habilidad que
asombró a sus profesores. Después de la danza, las lecciones
que Nijinski prefería eran las de pantomima, impartidas por
el renombrado maestro Pavel Guerdt, quien al observarlo, dijo:
-El futuro gran actor de Rusia es el pequeño Nijinski.
Nijinski hacía en la danza progresos asombrosos. En 1906, su
profesor Oboukhov dijo que no tenía nada más que enseñarle,
pues ya el alumno superaba a los maestros. En 1907, el joven bailarín
representó el papel del marqués en Pabellón de
Armida.En el examen final de la Escuela de Danza, Nijinski bailó
el Don Juan de Mozart, con el que obtuvo un éxito fulminante.
Entonces, Nijinski tuvo que abandonar la Escuela de Danza para pasar
a ser miembro del Teatro Mariinski. Tenía diecisiete años.
Dominaba la técnica del ballet, pero sentía que no bastaba
emplearla para traducir la música en danza, sino que ésta
debía ser el elemento dominante. Su desarrollo como bailarín
coincidió con una época de evolución en el ballet.
En aquel momento Fokin imprimía al ballet una nueva fase, sirviéndose
del perfeccionamiento anterior para llevarlo a las formas nuevas;
desde un principio le asignó los papeles más importantes
como partenaire de Matilda Kshessinskaia, que era entonces prima ballerina
assoluta del Mariinski, quien lo distinguía y lo ayudaba, con
la Karsavina y con Ana Pavlova.
Durante el invierno de 1908, Nijinski conoció al hombre que
había de tener más influencia en su vida: Serguei Paviovich
Diaghilev. Este, diletante de todas las artes, pero un diletante activo,
asumió la misión de hacer conocer el arte ruso al mundo.
Acababa de llegar de París, donde había presentado Boris
Godunov en la Opera. Estaba pensando en llevar también el ballet
ruso a la capital de Francia, cuando el trató con Nijinski
y el gran afecto personal que le inspiró el bailarín,
estimuló ese deseo. Diaghilev hizo sus planes, reunió
su compañía, con los artistas jóvenes, Nijinski,
Pavlova y Karsavina, como primeras figuras.
El estreno, se presentó El pabellón de Armida, con un
gran triunfo para todos; pero la sensación mayor fue causada
por Nijinski. El resto de la temporada, en que se representó
El festín. El príncipe Igor, Las sílfides, Cleopatra
y Las Orientales, fue igualmente triunfal.
De regreso en Rusia, los que habían participado en la temporada
de París reanudaron su actuación en el Mariinski. Fueron
asignados a Nijinski más papeles importantes. Uno de sus mayores
triunfos fue el "ballet" Giselle, que bailó con Ana
Pavlova. Entre tanto, Diaghilev preparaba su segunda temporada en
París; durante ella Nijinski obtuvo de nuevo grandes triunfos
en Sheherezade, con música de Rimski-Korsakov, en Carnaval,
compuesto por Fokin con música de Schumann, y en Giselle. No
tomó parte en el otro ballet presentado, El pájaro de
fuego, con el que Europa conoció al joven compositor Igor Stravinski.
En una representación de Giselle, en Moscú, Nijinski
salió a escena con el traje que había llevado en París,
dibujado por Benois, malla blanca y un chaleco de terciopelo negro,
que fue considerado indecente; se le indicó que cambiase de
traje, a lo cual se negó. Nijinski fue suspendido por insubordinación,
a lo que él replicó dimitiendo. Así quedó
libre para incorporarse a la compañía de Diaghilev.
No sospechaba Nijinski, cuando salió de Rusia en la primavera
de 1911, que nunca más volvería a su patria.
En aquel mismo año en París, en Roma, en Londres, representaron
por primera vez: Petrouchka, de Stravinski, del que Nijinski hacía
su mejor creación, y El espectro de la rosa, el de su famoso
salto en que atravesaba como en un vuelo todo el espacio desde los
bastidores hasta el centro de la escena.
Sarah Bernhardt, presenciando la actuación de Nijinski en Petrouchka,
exclamó:
- ¡ Tengo miedo, porque veo al más grande actor del mundo!
En 1912, Nijinski surgió como coreógrafo, lo que le
permitió aplicar sus ideas revolucionarias Su primer "ballet",
L´aprés-midi d'un faune, compuesto a base de la música
de Debussy, causó conmoción en París y provocó
un escándalo en el teatro la noche del estreno por lo evidente
de la significación de sus pasos finales, cuando el fauno acaricia
el velo de la ninfa y se echa sobre él como si fuese una mujer.
Suscitó apasionadas controversias en la prensa. Rodin salió
en defensa de Nijinski y Diaghilev. Con todo, El atardecer de un fauno
resultó un éxito y es el único ballet de Nijinski
que ha sobrevivido hasta hoy.
Después, Nijinski trabajó en la coreografía de
La consagración de la primavera, de Stravinski. el más
revolucionario de los ballets de Nijinski, fue en París un
ruidoso fracaso. Sin embargo, el ballet de Diaghilev era solicitado
en todas partes, y tenía contratos para actuar en Berlín,
Dresde, Leipzig, Praga, Viena, Budapest, Bronislava Nijinski se incorporó
a la compañía y actuó en Budapest durante la
primavera de 1912; entonces, una linda muchacha húngara llamada
Rómola de Pulszky, hija de la primera actriz trágica
de Hungría - Emilia Markus - , vio bailar a Nijinski y quedó
fascinada. Dejó de estudiar para el teatro y decidió
hacerse bailarina. Al volver el ballet de Diaghilev a Budapest, fue
presentada a Nijinski; en varias ocasiones le fue presentada de nuevo,
sin que él la reconociera. Luego la compañía
se trasladó a Viena, Rómola la siguió y solicitó
a Diaghilev que la admitiese en la compañía; obrando
con astucia, logró hacerle creer que su único interés
era la danza.
Rómola fue a reunirse con la compañía en Londres.
Durante algún tiempo siguió con los bailarines de una
ciudad a otra, siempre ignorada por Nijinski. Pero, por fin, llegó
su hora. Diaghilev firmó contrato para una gira por Sudamérica.
Faltaron danzarines, pues muchos se negaron a ir; hubo que contratar
bailarines nuevos, y Rómola fue elegida. Por primera vez Nijinski
se vio separado de Diaghilev. Dos días después de llegar
a Buenos Aires, Vatziav y Rómola se casaron.Diaghilev no perdonó
nunca esta infidelidad de Njinski. El bailarín formó
una pequeña compañía con unas diez mujeres y
sólo dos hombres, él y el marido de su hermana, Kotchetovski,
y aceptó un contrato con el Palace Theatre de Londres, aunque
a disgusto, pues era un teatro de variedades. Allí las contrariedades
se sucedieron. Nijinski era presa de una gran tensión nerviosa
y sufrió ataques de histeria. Finalmente cayó gravemente
enfermo y el contrato fue rescindido. La temporada había durado
sólo dos semanas. Se retiraron a Semmering, cerca de Viena,
para esperar el nacimiento de su hija, a la que llamaron Kyra.
Cuando estalló la guerra de 1914, la familia Nijinski se hallaba
en Budapest. El bailarín fue retenido como prisionero de guerra
en la casa de su suegra, que le era hostil. Mientras, Diaghilev obtuvo
un contrato para una gira por los Estados Unidos, pero a condición
de que actuase Nijinski. En la primavera de 1915, Vatziav, Rómola
y Kyra llegaron a Nueva York, donde se bailó Petrouchka y El
espectro de la rosa. Los bailarines de la compañía notaron
a Nijinski extrañamente nervioso y suspicaz.
La gira por todas las principales ciudades de los Estados Unidos,
que siguió a la temporada de Nueva York, fue un desastre. Nijinski
se mostró completamente incapaz de reemplazar a Diaghilev en
la administración en asuntos de la vida práctica. Nijinski
mostraba manía persecutoria y los bailarines empezaron a temerle.
En 1917 la compañía regresó a Europa. Los esposos
se establecieron en Saint Moritz, Suiza. Allí la mente del
danzarín empezó a ofuscarse. Se apoderó de él
un extraño fervor religioso y olvidaba gradualmente su arte
de la danza. Hablaba de seguir las enseñanzas de Tolstói
y de entregarse a una sencilla vida de campesino.
En ciertos momentos volvía a ser el danzarín genial.
Una vez empezó a componer un ballet que debía representar
un cuadro de la vida sexual. En otra ocasión ofreció
dar un recital de danza para sus amistades en el salón de un
hotel de Saint Moritz. Cuando llegó la hora del recital, se
sentó en medio de la sala atestada de gente y se quedó
mirando con fijeza al público durante largo rato. Por fin se
levantó, extendió en el suelo unas piezas de terciopelo
blanco y negro, formando una cruz y, de pie, con los brazos abiertos,
dijo:
-Ahora os bailaré la guerra: sus sufrimientos, sus destrucciones,
sus muertes.
Y bailó. Parecía anegar la sala con todo el horror de
la humanidad doliente. Sus ademanes eran trágicos, de una grandiosidad
épica. Y bailaba, bailaba, girando vertiginosamente en el espacio.
Era aterrador y fascinante el último baile del genio antes
de perderse definitivamente en la locura. Nijinski había muerto.
Con su mismo cuerpo, un esquizofrénico silencioso vivió
aún treinta y dos años, de 1918 a 1950-el de su muerte
física -, parte en el Sanatorio de Kreuzíngen, Suiza,
parte junto a su esposa. Rómola, enteramente dedicada a él,
cuidándolo, trabajando para él; durante aquellos años
escribió la biografía más completa, más
sincera y más amorosa del gran danzarín que fue Vatziav
Nijinski.
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