Ballenas |
||
En las aguas azul verdosas de Alaska, opacas por el plancton, las superficies oscuras de los cetáceos se vuelven invisibles. Lo último que las marsopas ven de la jorobada adulta son sus aletas blancas. Con sus 4,5 m, estas aletas son más largas que las de cualquier ballena, de ahí su nombre genérico, Megaptera (gran ala). Como el resto de los cetáceos mistacocetos, la ballena jorobada está dotada de barbas, láminas córneas guarnecidas con cerdas entrelazadas que penden de su mandíbula superior. Las barbas están constituidas por queratina, la proteína del pelo, las uñas y las garras. Con la boca abierta, engulle una gran masa de plancton y agua marina, que filtra a través de las barbas para retener el alimento. Aunque las ballenas jorobadas alcanzan la madurez sexual al llegar aproximadamente a los 12 metros de longitud, continúan creciendo hasta los 15 m. Tanto los machos como las hembras se aparean repetidamente con diferentes parejas a lo largo de los 6 meses que dura la época de celo. Durante el cortejo, los machos son agresivos, y cantan. Mientras canta, un macho de ballena jorobada permanece separado del resto de la manada. El esperanzado pretendiente se sitúa luego a menos de 50 m de profundidad, extiende sus aletas y, con la cabeza hacia abajo, inclina su cuerpo 45 grados. A continuación, tras una serie de estimulaciones, se produce el apareamiento. Hacia el final de los 10 o 12 meses de preñez, la hembra busca un refugio cerca de la costa, donde pueda escapar de las ballenas macho y de los tiburones. El hombre ha sido testigo en raras ocasiones del nacimiento de una ballena en pleno océano, pero los científicos creen que las crías nacen durante la migración e invernan en lugares como Hawai. Una vez nacida, la cría, de 2 Tm y 4,5 m, aprende pronto a nadar, respirar y alimentarse de la leche materna. Madre y cría permanecen cerca de la costa durante una semana, y luego se aventuran en aguas más profundas, a dos o tres millas de la costa. Al año de edad, la cría come plancton y pequeños peces de banco, y está ya lista para defenderse por sí misma. Las ballenas jorobadas se diseminan a lo largo de su ruta de migración,
y sus voces llegan con intermitencia. No se detienen para cantar las
sinfonías de un día de duración que cantaban
en sus campos de invierno, pero sí cantan, y sus voces se oyen.
Con un firme golpe de su gran aleta caudal, la jorobada navega a través
de los rayos de luz del sol que atraviesan el agua; solitaria, pero
rodeada de las voces de sus hermanas. La hembra de la ballena negra austral, vagando hacia Argentina, es
el último vestigio de su raza. La población de ballenas
negras australes, antes de su caza, se estimó en unas
100.000. De esta cantidad, sólo quedan 2.000 o 3.000. Parecería
que esta ballena no tiene motivos para animarse, pero repentinamente
se apresura. Nadando bajo la superficie y en paralelo a ella, alcanza
una velocidad moderada, pero el impulso es colosal. Levanta su aleta
caudal, inclina su cabeza hacia arriba, salta, cae con estrépito.
«¡Ballena negra!», anuncia a unos compañeros
distantes o a sí misma. Para saltar así, la ballena
jorobada, nada primero, horizontalmente, con el objeto de adquirir
gran velocidad, luego alzando la cabeza y enderezando la cola, convierte
dad el impulso horizontal en vertical. La ballena jorobada puede saltar
en cualquier dirección, incluso, volviéndose de espaldas.
|
||