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La bioquímica, sus relaciones con la biología y la química

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Los bioquímicos -reza una vieja definición- son unos individuos que hablan de química con los biólogos, de biología con los químicos y de mujeres entre si.» No es precisamente el tipo de definición -que mayor aceptación pudiese encontrar entre dichos hombres de ciencia. A un bioquímico actual, que puede permitirse sonreír ante el resentimiento implícito de dos ciencias tradiciona­les frente a una advenediza, también le parece tan anticuada como un daguerrotipo. No sólo porque lo que solía ser virtualmente un coto reservado a los hombres ha sido totalmente invadido, sino, lo que es más importante, porque la idea de que la bioquímica es poco más que una mezcolanza de hechos comunes a dos ciencias más básicas, no es acertada en absoluto. La bioquímica ha conquis­tado una individualidad propia. Un bioquímico ahora, podría pre­decirse con cierta confianza, aunque no enteramente sin pena, probablemente mantendría, tanto entre los biólogos como entre los químicos, conceptos muy distintos- al menos a primera vista- de los que son tradicionales en biología o en química.

Entonces, ¿cómo cumple la bioquímica la fusión de la biología con la química, implicada en su nombre?

Una de las tareas que realizan los bioquímicos es, desde luego, el aislamiento de compuestos de los seres vivos y la determinación de sus estructuras. En esto, comparten la preocupación de otros biólogos sobre la forma espacial. La bioquímica incluye una especie de anatomía submicroscópica que dilucida la estructura a la diminuta escala molecular. Los anatomistas clásicos seccionan los cuerpos para describir las partes que los forman en cuanto alcanza la visión natural. La observación microscópíca reveló todo un mundo nuevo, de estructura y organización menor que éste y cuando la técnica se desarrolló lo suficiente -cuando se consiguió pri­var de su aguijón a la aberración cromática en el siglo XIX- las células se convirtieron en el centro de interés. Con los progresos de la química se hizo gradualmente posible manipular la arquitectura biológica incluso a la escala molecular. La gran estrategia sigue siendo la misma: un mejor conocimiento de los seres vivos en términos de sus partes constituyentes. No obstante, la táctica -la elección de las técnicas que se han de aplicar- depende del orden de tamaño de las partes que han de ser examinadas. Para la anatomía común es adecuado el bisturí; para la estructura celu­lar, el microscopio; para partículas tan pequeñas como las molécu­las, las técnicas apropiadas son las que llamamos químicas: de aquí el término «bioquímica». Desde este punto de vista, la bioquímica es la extrapolación lógica de la disección. La idea está compendia­da en la expresión «biología molecular», ahora en boga.

Con todo, la simple determinación de la estructura queda lejos de la meta de las ambiciones de los bioquímicos. Se interesan no sólo en averiguar qué son los componentes de los seres vivos, sino también en saber cómo se comportan, y en qué forma operan los procesos químicos subyacentes a las manifestaciones vitales más obvias. El cambio continuo que constituye una de las característi­cas más notables de la vida se apoya en una incesante actividad química en el interior de los seres vivos. De esta suerte la bioquí­mica continúa otra tradición clásica de la biología al enlazar la función con la forma. Igual que la anatomía separada de la fi­siología, y la estática de la dinámica, la bioquímica resulta dema­siado desabrida para muchos paladares intelectuales; también es pobre en aplicaciones prácticas, por lo cual no llega a la altura del ideal baconiano de la ciencia, en el sentido de que ésta ha de acrecentar el poder del hombre sobre la naturaleza. Después de todo, la vida consiste en mantener en marcha los fenómenos y no sólo en conservar las estructuras; y los bioquímicos tratan de dilu­cidar los fenómenos así como las estructuras mediante el aisla­miento.

En un sentido general, pues, mientras las técnicas de la bio­química son químicas, sus problemas son los básicos de la biología. La química es su medio; la biología, su fin. Es la extensión extre­ma de este enfoque de los fenómenos de la vida lo que hace que intente explicarlos en términos de las subunidades que componen los organismos vivos. De este tipo de análisis biológico, represenza la visión natural. La observación microscópica reveló todo un mundo nuevo de estructura y organización menor que éste y cuan­do la técnica se desarrolló lo suficiente --cuando se consiguió pri­var de su aguijón a la aberración cromática en el siglo XIX- las células se convirtieron en el centro de interés. Con los progresos de la química se hizo gradualmente posible manipular la arquitec­tura biológica incluso a la escala molecular. La gran estrategia si­gue siendo la misma: un mejor conocimiento de los seres vivos en términos de sus partes constituyentes. No obstante, la táctica -la elección de las técnicas que se han de aplicar- depende del orden de tamaño de las partes que han de ser examinadas. Para la anatomía común es adecuado el bisturí; para la estructura celu­lar, el microscopio; para partículas tan pequeñas como las molécu­las, las técnicas apropiadas son las que llamamos químicas: de aquí el término «bioquímica». Desde este punto de vista, la bioquímica es la extrapolación lógica de la disección. La idea está compendia­da en la expresión «biología molecular», ahora en boga.

Con todo, la simple determinación de la estructura queda lejos de la meta de las ambiciones de los bioquímicos. Se interesan no sólo en averiguar qué son los componentes de los seres vivos, sino también en saber cómo se comportan, y en qué forma operan los procesos químicos subyacentes a las manifestaciones vitales más obvias. El cambio continuo que constituye una de las característi­cas más notables de la vida se apoya en una incesante actividad química en el interior de los seres vivos. De esta suerte la bioquí­mica continúa otra tradición clásica de la biología al enlazar la función con la forma. Igual que la anatomía separada de la fi­siología, y la estática de la dinámica, la bioquímica resulta dema­siado desabrida para muchos paladares intelectuales; también es pobre en aplicaciones prácticas, por lo cual no llega a la altura del ideal baconiano de la ciencia, en el sentido de que ésta ha de acrecentar el poder del hombre sobre la naturaleza. Después de todo, la vida consiste en mantener en marcha los fenómenos y no sólo en conservar las estructuras; y los bioquímicos tratan de dilu­cidar los fenómenos así como las estructuras mediante el aisla­miento.

En un sentido general, pues, mientras las técnicas de la bio­química son químicas, sus problemas son los básicos de la biología. La química es su medio; la biología, su fin. Es la extensión extre­ma de este enfoque de los fenómenos de la vida lo que hace que intente explicarlos en términos de las subunidades que componen los organismos vivos. De este tipo de análisis biológico, representa el último estadio , último estadio, porque si se hace avanzar un paso más el análisis, desde el nivel molecular al atómico, ya no resta ningún tipo característico de organización biológica, pero los átomos son los mismos, que los del reino inorgánico.

En tanto en cuanto las partes sin más fundamentales que el todo, la bioquímica puede proclamar que es la más fundamental de as ciencias biológicas.