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La ciudad fortificada se llamaba burgo y los habitantes burgueses.
La palabra tenía un sentido muy amplio. En las ciudades pequeñas
la mayor parte de los burgueses eran labradores, hortelanos, viñadores.
Aun en las ciudades importantes, los cerdos corrían por las
calles, y cuando un príncipe había de visitar una ciudad,
el Consejo ordenaba a los habitantes quitar los montones de estiércol
de delante de las casas.
Algunas ciudades solamente, las más ricas, tenían como
habitantes artesanos que ejercían un oficio, y sus principales
burgueses eran comerciantes y propietarios. En los países del
Mediodía, cualquier artesano que quería fabricar y vender,
podía abrir libremente una tienda. Así ocurría
en Francia hasta fines de la Edad Media; pero en Alemania, en Inglaterra,
en algunas grandes ciudades de Italia, poco a poco, se constituyó
otro régimen: todos los obreros de un mismo oficio en una misma
ciudad formaban una asociación.
Los comerciantes, para poner a cubierto sus mercaderías de
los ataques de los caballeros bandidos, se reunían en caravanas
ar-madas y a caballo. Para apoyarse mutuamente formaban sociedades
llamadas guildas, hansas o cofradías. Se reunían en
una sala para beber y discutir sus negocios y pagaban una cuota para
sostener una Caja. Algunas de estas sociedades llegaron a ser muy
poderosas, por ejemplo, la hansa de los mercaderes extranjeros establecidos
en Lon-dres. En París, la asociación de los dueños
de barcas, que comerciaban por el Sena, acabó por regir los
asuntos de la ciudad. Era llamada la hansa de los mercaderes del agua.
Sus jefes, el preboste y los regidores de los mercaderes, llegaron
a constituir el Consejo de la villa de París, su casa de reunión
fue el Palacio municipal, sus armas han seguido siendo las armas de
París, un barco acompañado de las palabras Fluctuat
nec mergitur (Flota y no se hunde).
Los comerciantes eran más considerados que los artesanos, tra-bajaban
menos y ganaban más. Pero por lo común estaban organi-zados
como ellos en profesiones. Las principales eran las de pañeros,
fabricantes de paños; los comerciantes, que servían
de banqueros; los merceros, que vendían todos los artículos
venidos de lejos (más tarde se formó un gremio de especieros).
Los burgueses más respetados eran los comerciantes enriquecidos
y los propietarios establecidos en la ciudad. En el Mediodía
de Francia, en Italia y en algunas ciudades de Alemania vivían
como nobles, se armaban como caballeros y habitaban una casa fortificada.
En Alemania se hacían llamar señores o patricios.
Entre aquellos burgueses enriquecidos empezó el rey de Francia,
a partir del siglo XIV, a elegir sus consejeros y sus funcionarios.
Un burgués de París, Barbette, aconsejó a Felipe
el Hermoso que para aumentar sus ganancias dejara de emplear oro o
plata, sin mezclas, para aumentar sus ganancias: el rey se quedaba
con el oro o plata que se disminuía en la fabricación
de las monedas. Barnette tenía una casa de lujo, un Hotel,
que el pueblo saqueó en su oportunidad.
En Francia estos ricos ha-bitantes, que no trabajaban manualmente,
fueron los únicos que se siguieron llamando burgueses.
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