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Bastará con mencionar dos, pero muy importantes: la imprenta
y la brújula. Es verdad, que resulta muy difícil determinar
quienes son los autores auténticos de muchos inventos, porque,
muy a menudo, tanto por modestia como por desinterés, los inventores
de otros tiempos no permitían que sus nombres se difundieran
entre el pueblo. Pero, según los numerosos testimonios de que
se dispone actualmente, no parece dudoso que se deba atribuir estas
dos invenciones al pueblo chino.
La imprenta era conocida en China desde hacía largo tiempo,
aunque la perfección de su técnica solo se alcanzó
hacia el siglo VI de nuestra era, cuando los emperadores chinos de
esos años, ordenaron imprimir, entre otros, los cuatro libros
de Confucio y algunos clásicos para su uso en la educación
de jóvenes.
La técnica empleada por los chinos era la xilografía
que se imprimía en planchas de maderas. Pero hacia el siglo
X, los chinos ya emplearon, también, separadas, letras de cobre
para hacer la composición del texto. El uso de estas letras
de cobre pasó en 1205 de la China al Japón.
El descubrimiento del imán por los chinos se remonta a épocas
muy antiguas. En el diccionario etimológico Tchuwen, compilado
por Hiu-kiun. hacia el año121 d.C., se encuentra ya el término
imán y la explicación que lo describe, dice "Nombre
de una piedra con la cual se da la dirección a una aguja".
Un pasaje análogo, pero más detallado y preciso, se
encuentra en un gran diccionario Pei-wen-yun-fú compuesto en
el siglo IX. Se dice allí que ya bajo la dinastía de
los Tsin (265-419 d.C.) los marinos habían encontrado la dirección
del sur valiéndose del imán.
La brújula utilizada por los chinos estaba constituida por
una aguja imantada que reposaba por intermedio de una chapita de cobre
sobre una punta situada en el interior de una caja de madera, la cual
estaba cerrada por una lámina de mica. La división del
limbo de la brújula no estaba unificada. Según se tratase
de brújulas náuticas, geográficas, astronómicas
o astrológicas, el limbo estaba dividido en 4-8-12-16-24 partes.
Los chinos no solamente sabían que la aguja imantada se dirige
aproximadamente según la línea norte-sur, sino que sabían
también que no toma exactamente esta dirección, pero
que se separa muy poco de ella. Conocían, por lo tanto, la
declinación magnética. En la obra de Ken-tsung-chi escrita
hacia el siglo XII, se encuentra una descripción de la declinación
magnética: (Si se frota la punta de una aguja con la piedra
magnética, señala en seguida el sur, pero no muy exactamente,
desviándose un poco hacia el este).
La brújula fue empleada por los arquitectos chinos para orientar
los edificios. A causa de las condiciones climáticas, las casas
de habitación en China están generalmente orientadas
hacia el sur; lo mismo ocurre con ciertos monumentos. Así los
muros de la ciudad de Pekín, reconstruida en tiempos de los
Ming (1368-1644), tienen la forma de un rectángulo cuyos dos
lados menores, están dirigidos según la línea
norte-sur, no exactamente en el meridiano geográfico, sino
desviándose hacia el este 2° 30'. Ahora bien, las medidas
de declinación magnética, hechas primeramente por los
misioneros europeos del siglo XVIII y después por el observatorio
imperial de Pekín, muestran que la declinación magnética
de la ciudad no ha experimentado variaciones de más de un cuarto
de grado y que la declinación conserva el valor 2° 30'
desde hace dos siglos. La concordancia de este valor con el de la
orientación de las murallas de la ciudad, nos proporciona una
información muy preciosa sobre la constancia de la declinación
magnética en la región de Pekín.
La brújula fue también empleada para los viajes terrestres.
Las obras históricas escritas en la época de los Han
(202 a.C.-220 d. C.) habían mencionado ya coches provistos
de brújulas que los emperadores empleaban en sus expediciones
a través de su inmenso imperio. Se les llamaban carrozas magnéticas.
Estas carrozas magnéticas eran coches de dos ruedas: delante
del asiento se encontraba una pequeña estatua móvil
alrededor de un pivote y con un brazo extendido en que se encontraba
una pequeña barrita imanada, gracias a la cual el brazo indicaba
siempre la dirección del sur. Al lado de esta estatua, hay
otra que indica la distancia recorrida: cada vez que el vehículo
había recorrido una milla china, la segunda estatua hacia sonar
una campana. Se puede decir que realmente en aquella época
estaba ya inventado el odómetro.
El empleo de la brújula para la navegación probablemente
vino después que las carrozas magnéticas. No obstante,
se sabe que los chinos habían emprendido ya bajo la dinastía
Tang (siglos VI y VII d.C.) viajes muy largos por mar. Partiendo de
Cantón, atravesaban el estrecho de Malaca para ir a Ceilán,
a la costa de Malabar y aun hasta la desembocadura del Indo y del
Eufrates. Tales viajes no podrían haberse hecho sin brújula.
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