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Progresos de la Ciencia
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Después de mil años de ignorancia y superstición, la ciencia europea empezó a recobrarse lentamente. En el siglo XIII, algunos hombres audaces, como Roger Bacon, fraile franciscano de la Universidad de Oxford, rechazaron los hábitos teológicos del pensamiento y empezaron a observar y razonar como el mejor de los griegos. Bacon tuvo una postura filosófica radical, tal vez, su aporte más importante: instaba a sus discípulos a experimentar y observar, y a no aceptar más que lo que procedía de la Naturaleza. Esta manera de pensar es la clave del progreso técnico y científico, y con extraordinaria visión, Bacon predijo que capacitaría al hombre para construir barcos que se moverían por sí mismos y vehículos terrestres. Incluso predijo que habría naves que se sumergirían en los océanos y que volarían por los aires.


Bacon se adelantó varios siglos a su época. Las autoridades eclesiásticas, que consideraban su razonamiento independiente una amenaza para la ortodoxia religiosa, lo encarcelaron y lo hicieron callar.


Después de haber florecido brevemente en el siglo XIII, la ciencia decayó en la Europa medieval, pero no murió, porque entonces Europa pasaba por un renacimiento tecnológico. Ya los alquimistas, que eran mitad brujos, mitad químicos, habían establecido laboratorios secretos. Su principal objetivo era el de hacer oro con los metales viles; aunque ahora se sabe que es imposible lograr esta trasformación con medios químicos, los alquimistas aprendieron mucho sobre química al perseguir su meta. Nunca faltó del todo el pensamiento científico en las universidades oficiales, pero como éstas eran dirigidas por la Iglesia, el razonamiento sobre la Naturaleza se protegía a veces con matices teológicos. Los sabios discutían acerca de los movimientos de los planetas y disputaban sobre si se movían solos o era Dios quien los impulsaba por los cielos. Pretendiendo creer (o creyendo en verdad) que discutían las costumbres de Dios, lo que en realidad hacían era razonar sobre las leyes fundamentales del movimiento.


También progresaba la tecnología práctica, pero los artesanos medievales que fabricaban relojes, armas de fuego, instrumentos de navegación y otros nuevos aparatos eran a menudo analfabetos. Sus conocimientos se transmitían verbalmente de un hombre a otro y con frecuencia, estos conocimientos se mantenían en secreto en los gremios, que estaban estrechamente organizados. Aunque estos inventivos mecánicos eran el equivalente de los ingenieros modernos, tenían poco contacto con los sabios, y no podían ayudar a la ciencia teórica ni ésta podía ayudarlos.


No fue sino hasta el siglo XVI cuando se inició la revolución del pensamiento. Generalmente se considera que la ciencia moderna empezó con los astrónomos que pusieron en duda la antigua creencia de que el Sol, los planetas y las estrellas giraban alrededor de la Tierra.