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         CIENTÍFICOS PUROS    

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        Los sabios griegos tenían el prurito de dedicarse solo al saber, sin aceptar pago alguno y, por eso, acusaban de profesionales a quiénes cobraban por enseñar. Se sabe que Arquímides de Siracusa, Sicilia ( 290/280 + 212/211), dejó nueve traba- jos, redactados en griego, aunque por referencias de otros autores, hoy, tenemos conocimiento de que escribió muchos más, aunque éstos se han perdido. A él le deben mucho, tanto las matemáticas puras como la mecánica aplicada (puede decir- se que era un mecánico prodigioso), y sus aportes en geometría, óptica e hidrostá- tica y los casi completos principios de la estática, amén de sus cálculos de volúme- nes y superficies; entre ellos el descubrimiento de que la esfera es dos tercios de un cilindro. En mecánica se le atribuye la invención del tornillo sin fin, de la polea móvil, de las ruedas dentadas, y estableció la ley de las palancas. En Física es el fundador de la estática de los sólidos, así como la hisdrostática, cuyas leyes fundamentales formuló en Tratado de los cuerpos flotantes, del que nace el conocido Principio de Arquímides, que está unido a lo que, quizá, sea solo una leyenda, pero lo cierto es que la mayoría de los estudiantes de todo el mundo recuerdan a Arquímides por su famosa exclamación: ¡Eureka! (en griego = "lo he encontrado").

        Se cuenta que Hierón, el Rey de Siracusa, lo llamó para decirle que había ordenado a su joyero que le confeccionase una corona de oro. Pero, Hierón sospechaba del joyero; no estaba seguro si éste había utilizado todo el oro entregado. Arquímides, se puso a pensar de qué manera él podría averiguar si su Rey había sido engañado o no.

Esa noche, pensando y pensando, se desveló. Al día siguiente, seguía pensando en el problema, por eso, se metió a la tina de baño sin advirtir que estaba llena de agua hasta los mismos bordes. Lógicamente, al sumergirse en la tina, el agua se derramó en el piso y fue entonces cuando gritó ¡eureka!, porque en ése preciso momento dedujo que el peso del agua derramada debía ser igual al peso de su cuerpo. Para comprobarlo su deducción, puso la corona del joyero en una tiesto lleno de agua y, en otro, igual cantidad de oro que el que le había entregado Hierón al artífice: la corona derramó menos agua. Esto quería decir que el joyero solo había enchapado en oro la corona. La historia no nos cuenta qué pena impuso el rey Hierón a su joyero por haber tratado de engañarlo.

        Pero, Plutarco cuenta en detalle los aparatos que construyó Arquímides para la defensa Siracusa: grandes vigas armadas de garfios, movidas por medio de contra- pesos, que destruyeron los navíos romanos, atacantes. Por este acto patriótico, Arquímides se negó a aceptar recompensa alguna, porque esa era la actitud adopta- da y practicada por los sabios por sus aportes intelectuales, ya que como los eruditos, él quería ser considerado como científico puro..