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Confucio fue el iniciador de una corriente de pensamiento que cabe
considerar más como una ética social que como una religión:
el confucionismo. Esta doctrina dejó una huella profunda y
perdurable en el marco cultural e institucional de China y de otros
países de Asia oriental.
Vida de Confucio
Su biografía, en cierto modo distorsionada por la leyenda,
está expuesta en las Memorias históricas de Su-ma Ch'ien,
primera de las historias dinásticas de China. Aunque los datos
sobre la vida de Confucio son inseguros, se establece su nacimiento
el dfa 28 de setiembre, fecha que, con el nombre de "Día
del Maestro", continúa siendo fiesta oficial en Taiwan.
El padre de Confucio murió cuando éste contaba tres
años, momento en que pasó a ser instruido por su madre,
para más tarde convertirse en un infatigable autodidacta. La
familiaridad que llegó a adquirir con las tradiciones clásicas,
sobre todo con la poesía y con la historia, propició
que Confucio iniciase, a los treinta años, una brillante carrera
como maestro. Se le considera el primer pedagogo chino, puesto que
defendía una educación al alcance de todos y un ejercicio
vocacional del magisterio.
Confucio dedicó toda su vida a aprender y a enseñar
con el propósito de transformar y mejorar la sociedad, inaugurando
de esta manera un programa humanístico que define el aprendizaje
como la construcción del carácter, no sólo como
la adquisición de conocimientos. Durante décadas Confucio
estuvo involucrado en la vida política con el deseo de poner
en práctica sus ideas, algo que más tarde sería
llevado a cabo por sus discípulos, quienes lograrían
ocupar puestos administrativos de cierta importancia. Se cree que,
hacia el final de su vida, Confucio ocupó un alto cargo en
el gobierno de Lu pero que, al darse cuenta de la falta de interés
de sus superiores respecto de sus ¡deas, dimitió. Abandonó
el reino y peregrinó de un estado a otro con la esperanza de
convencer a los diferentes soberanos con su teoría sobre las
relaciones sociales justas y armoniosas. En este empeño, Confucio,
junto a un extenso círculo de discípulos, vivió
errante durante trece años. A la edad de 67 años regresó
al país de Lu, donde permaneció hasta su muerte enseñando
y preservando las tradiciones mediante la escritura y la recopilación
de textos antiguos.
A pesar de que el interés de Confucio se centraba más
en la reforma social que en los libros, se le atribuye la autoría,
sistematización y comentario de varios textos clásicos,
entre los que la tradición destaca el Libro de las odas, el
Libro de la historia, el Libro de los cambios y el libro Memorias
de los ritos. También se le atribuye Los Anales primavera-otoño,
y una crónica de los hechos del estado de Lu entre el 722 y
el 472 a.C. Sin embargo, al hablar de Confucio resulta difícil
distinguir entre el personaje histórico y el personaje legendario,
de tal forma que suele tomarse la obra Analectas, como la única
fuente de información fidedigna. Esta recopilación de
sentencias y máximas, llevada a cabo por la segunda generación
de sus discípulos, custodia tanto las transmisiones orales
del maestro como las escritas, algo comparable a la encarnación
que los diálogos platónicos hacen de la pedagogía
socrática. En Analecta puede leerse la sentencia que resume
el proyecto de Confucio: "Yo transmito, no creo", pero Confucio
no se limitó a transmitir los valores del pasado, sino que
los interpretó desde sus propios principios éticos.
Los del confucianismo constituyeron durante más de dos mil
años la base de la educación china, razón por
la que a Confucio se le considera entre los hombres más influyentes
de todos los tiempos.
Los principios éticos del confucionismo, los que han de conducir
a la perfección son: la piedad filial, ligada al respeto a
los antepasados y a la tradición, la fidelidad y la deferencia
para con los superiores (zhongh):la equidad que lleva al respeto de
los bienes ajenos y de la posición social de cada cual (yi);
la forma decorosa de conducta, muy ligada a las ceremonias y al modo
de gobernar y de restablecer el orden social (li ); y pasión
o simpatía que conduce a socorrer a los semejantes (ren) Esta
última, la "regla de oro" del confucianismo, es la
expresión de un sentimiento de benevolencia y de confianza
similar al que existe en el seno de la familia. Se es humano en tanto
que se mantienen con el prójimo, relaciones que son de naturaleza
ritual. Pero Confucio sitúa el ren en un nivel tan elevado
que no reconoce a casi nadie la capacidad de alcanzarlo. Sólo
se puede conseguir gracias al esfuerzo hecho "sobre uno mismo
para regresar al espíritu universal", tratando de entender
ese sentimiento de benevolencia en la jerarquía de un país
después de haberlo hecho en la totalidad de la humanidad. Por
lo tanto, el primer deber del ser humano es practicar la rectitud
y la benevolencia o humanitarismo, virtudes sociales que no pueden
darse sin una participación en la vida pública.
En el confucianismo, la sabiduría deriva del estudio, la reflexión
y el esfuerzo. De esta manera se llega al ideal individual de ser
humano superior (junzi), sereno y virtuoso, sabio, recto, confiado,
que conoce la voluntad del cielo y puede hacer lo que le plazca"
sin transgredirla. El individuo ideal no está determinado por
el nacimiento o por su posición social, sino por su valor moral.
Este ideal de ser humano deben perseguirlo sobre todo los que gobiernan
si quieren que el orden se implante en sus reinos. Para el confucianismo
la familia es la base de la sociedad, y el Estado es considerado como
una gran familia en la que el emperador ejerce de "padre y madre"
de sus súbditos. El emperador, como mediador entre el orden
natural y el orden social, influye con su ejemplo, en todo.
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