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Hay en la historia muchos hechos que sorprenden, porque ocurrieron
en medio de un ambiente, a nuestros ojos, poco propicio. Tal es el
caso del emperador Constantino I, el Grande, de quien no se sabe con
seguridad la fecha real de su nacimiento, que se sitúa entre
los 270 a 288, aunque si se tiene la certeza que nació en Nassius,
hijo bastardo de Constancio Cloro y una sirvienta de hospedería,
Elena. Fue proclamado emperador a la muerte de su padre (306), pero
debido a la confusa situación dinástica de la época
no consiguió el poder absoluto hasta 324, después de
derrotar a sus diferentes enemigos en una larga serie de guerras civiles.
Se dice que antes de la batalla del puente Milvo, año 312,
Constantino hizo poner en el escudo de sus soldados un signo mágico,
que pudo ser un símbolo de la religión solar de su padre,
o si se trataba del símbolo cristiano de la cruz. La Iglesia
católica afirma que en la víspera había tenido
una visión de una brillante cruz bajo la que se podía
leer "in hoc signo vinces" (bajo este signo vencerás),
y, después de conseguir la victoria bajo su protección,
se convirtió al cristianismo. Es innegable el apoyo que Constantino
prestó siempre al cristianismo, aunque autores hay que dudan
de sus convicciones religiosas y solo admiten su clarividencia política
al intuir cuál sería la futura doctrina triunfante y
no luchó contra ella.
Cualquiera que sea la fecha de su conversión, Constantino hizo
posible el triunfo del cristianismo en el imperio: concedió
a los cristianos los privilegios de libertad de culto, restitución
de los bienes eclesiásticos, dispensa de los muñera
para los clérigos, derecho de herencia concedido a la Iglesia,
supresión de las penas contra el celibato, privilegios judiciales,
protección de los cristianos contra Licinio y, más tarde,
contra Sapor,y otros actos, como la peregrinación a los Santos
Lugares de Elena, convertida por Constantino en augusta y, más
tarde, canonizada por la Iglesia, y construcción de basílicas.
También impuso trabas al paganismo y al judaismo: cierre de
templos y prohibición a las autoridades oficiales de ofrecer
sacrificios a los dioses.
Pero el camino hacia el trono no fue nada fácil. Su padre lo
mandó a estudiar en Nicomedia, junto a Diocleciano, como futuro
césar. Acompañó a Diocleciano durante una expedición
a Egipto (295-296). Después de la abdicación de Diocleciano,
permaneció al lado de Galerio y combatió contra los
sármatas. A la muerte de Constancio Cloro, los soldados de
éste, proclamaron augusto a Constantino (306), pero Galerio
sólo le concedió el título de césar. Al
año siguiente, Constantino se hizo reconocer augusto por Maximiano,
quien le dio en matrimonio a su hija Fausta. Diocleciano y los emperadores
en ejercicio reunidos en Carnuntum (308) intentaron en vano persuadirle
de que se limitara a ser césar. Enemistado con Maximiano, lo
capturó en Marsella y le indujo al suicidio en el 310, al año
siguiente murió Galerio y, entonces, se alió con Licinio
Liciniano, uno de los augustos de oriente, alianza que permitió
dedicar todo su esfuerzo contra Majencio, hijo de Maximiano, que se
había hecho proclamar emperador en Roma. Aquí hay que
anotar que en el año 310 el imperio romano llegó a tener
siete emperadores. Constantino desembarcó en Italia y marchó
sobre Roma; Majencio se enfrentó con él en la vía
Flaminia, en el puente Milvio, vencido por Constantino, éste,
consiguió que el senado le otorgara el título de primus
augustas. En 313 Licinio eliminó a Maximino Daya, el tercer
augusto superviviente, y después de una corta guerra contra
Constantino, su antiguo aliado, en 314, que le costó a Licinio
parte de los Balcanes, los dos rivales entraron en guerra abierta
a partir de 320. Cuatro años más tarde, Constantino
venció a Licinio en las batallas de Adrinópolis y de
Crisópolis, lo mandó ejecutar y quedó como único
dueño del imperio.
Pero, Constantino tres frentes abiertos, en forma simultánea,
o de forma alternativa: por una parte, la frontera del Rin, siempre
amenazada por las incursiones germánicas; en segundo lugar,
la frontera del Danubio, que tenía que ser defendida de la
presión ejercida por los pueblos de Asia central, o de germanos
escandinavos, los godos, que atravesaban directamente la frontera
o que provocaban periódicas invasiones de eslavos, expulsados
de sus territorios. Por último, los grandes imperios asiáticos,
sobre todo el persa, que ya desde los tiempos helénicos amenazaba
constantemente las culturas mediterráneas.
Constantino juzgó que la frontera danubiana resultaba la más
vulnerable y por ello dirigió personalmente las guerras contra
los sármatas, a los que venció y dispersó por
el imperio en 334, y contra los godos, a los que también venció
en 324 y con los que firmó la paz definitiva en 332. Delegó
la defensa del Rin frente a los alamanes y los francos, sucesivamente
en sus hijos Crispo y Constantino, el joven. Sapor, rey de los persas
y el mayor enemigo del imperio, pretendió, pretendió
levantar el embargo de mineral de hierro impuesto por Roma para impedirle
fabricar armas para su ejército. Constantino, pretextó
que los persas perseguían a los cristianos e inició
en 336 una guerra, pero su muerte al año siguiente convirtió
el conflicto recién iniciado, en una herencia envenenada para
sus sucesores.
Constantino, quiso rivalizar con Roma, capital de occidente, y decidió
la fundación de Constantinopla, que llegó a ser una
segunda capital, estratégicamente mejor situada. Éste
fue el punto de partida involuntario del imperio bizantino.
Dejó el imperio repartido entre cinco herederos, sus tres hijos
(Constantino II, Constante I y Constancio II) y sus dos sobrinos (Dalmacio
y Anibaliano); la crisis estalló entre ellos a partir de la
muerte de Constantino. Las luchas que siguieron debilitaron el imperio,
aceleraron la división entre oriente y occidente y facilitaron
la labor de los bárbaros.
No resulta fácil valorar la figura de Constantino. El símbolo
en que se convirtió, aunque fuera erróneo, repercutió
en la historia: en nombre de una seudo donación de Constantino
de Italia al obispo de Roma se constituyó en la Edad Media
el poder temporal del papado. Pero más generalmente el nombre
de Constantino se asocia al triunfo del cristianismo sobre el mundo
pagano; se le considera el arquetipo de príncipe cristiano.
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