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La pregunta por la cultura negra americana tiene una primera referencia
a la singularidad de su entrada en las colonias. Los
esclavos negros, arrancados con violencia de la tierra a la que pertenecían
y mezclados en las mismas plantaciones, entraban en un
mundo del desarraigo sin relación alguna con las antiguas patrias.
Esta ruptura total con el pasado es quizá la razón por
la que algunos niegan que el pueblo negro americano tenga propiamente
una cultura.
No parece lógico afirmar, sin embargo, que deba hablarse de
ruptura total con el pasado. Existen numerosos estudios antropológicos
que
hablan de la permanencia de innumerables «africanismos»
en las costumbres, dichos, cantos, ritmos, modos de vida, etc., que
prueban
una cierta continuidad de la memoria del pasado, de la herencia oral
de las cosas de África que no se ha roto del todo. Valga como
ejemplo
la permanencia, a lo largo de toda la costa e islotes de Carolina
del Sur, del gullah, esa curiosa mezcla de términos africanos
e ingleses,
ininteligibles para los no negros.
Es cierto que el pueblo negro se adapta al nuevo contexto que le toca
vivir, debiendo vencer para ello enormes dificultades: la lengua,
el
acceso a los libros y al papel, etc. Pero ello le obliga por una parte
a mantener muy viva la tradición oral, y por otra a ser muy
creativo a
través de la espontaneidad, el sentido concreto (antropomórfico),
y la adaptabilidad a las nuevas circunstancias locales. En ese sentido
no
es de extrañar que se desarrolle un sentido muy fuerte de la
nostalgia (recuérdese el canto de los blues) y de la alegría
desbordante (muy
palpable en ciertos himnos y muchos spirituals).
Habrá que saltar al siglo XX para encontrarse con el capítulo
más vivo -no el único- de lo que ha significado la cultura
del negro
americano, como respuesta rebelde al racismo de los EE.UU. Me refiero
al movimiento llamado Renacimiento de Harlem59.
Harlem, la capital del mundo negro de habla inglesa, en los años
20 está de moda. Produce poetas, novelistas, músicos,
dramaturgos, bailarines, cantantes que
dan a conocer, primero a los norteamericanos y después al mundo,
lo que un pueblo es capaz de expresar cuando lleva algo dentro de
sí. No
sería nada fácil encontrar en ningún otro grupo
nacional de inmigrados un fenómeno como el del Renacimiento
de Harlem.
El negro en Harlem era otro. Era muy diferente al que salía
para trabajar en algún lugar del «otro» Manhattan.
Los blancos suben, en
la década de los 20, a Harlem para «sumergirse en una
especie de puerto franco de la vida de los 60 hastiados de la vida
agitada y
nerviosa de la capital del mundo.
En la comunidad negra de Harlem se desarrolla una vanguardia literaria
a través de la revista Messenger, dirigida por Wallace
Thurman. En ella escriben los poetas que van a asombrar al mundo:
Langston Hughes, Ama Bontemps, Countee Cullen, Claude Makay, James
Weldom Johnson y Zoa Hurstorn.
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