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El griego Demócrito, cuatro siglos antes de nuestra era,
explicaba que nada nace de nada y que los cuerpos nacen de las combinaciones
de átomos y desaparecen por la separación de los átomos
y que éstos, insecables, son cualitativamente semejantes, difieren
entre sí por su grosor y su forma. Son las diferentes complexiones
que pueden formar las que explican los cuerpos y las propiedades que
poseen a nuestra escala. La física aristotélica, atacó
fieramente este sistema y la concepción de Demócrito
permaneció durante mucho tiempo en el estado de esquema confuso
Pero, a fines del siglo XVIII asistimos a un cambio en esa situación
y sobre todo en los diez primeros años del siglo XIX.
La alquimia acaba de emitir su último balbuceo milenario y
en la escuela de Sebéele, de Priestley, de Cavendish, los espíritus
comenzaron a tener idea clara de lo que es un cuerpo puro, químicamente
identificable. Desarrollan una noción, cada vez más
precisa, de la dualidad entre cuerpos simples y cuerpos compuestos,
precisado en la idea de la idea de reacción química.
Aplicando la ley de la constancia de la masa en el curso de una reacción,
Lavoisier adquiere para el pensamiento un instrumento fundamental
de progreso, es decir, la balanza permite juzgar la relación
del compuesto y sus componentes. En 1805, J.-L. Proust formula la
conclusión del estudio ponderal de las combinaciones químicas,
que dice que en una combinación determinada, las proporciones
en peso de los elementos combinados son constantes. Así, el
mismo peso de agua contendrá siempre el mismo peso de hidrógeno
y el mismo peso de oxígeno. La investigación ha avanzado
lo suficiente para permitir que la vieja intuición de Demócrito
haga pie, sólidamente, en el terreno de la ciencia
.
Se debe a John Dalton el mérito de haber sido el primero en
haberlo entrevisto claramente, fue un personaje muy notable de la
ciencia, John Dalton hijo de un pobre tejedor y su vida comenzó
oscuramente en 1766, en Eaglefíeld, en Cumberland, pero a los
21 años se interesa en la meteorología, reúne
observaciones que no cesará de extender y ampliar durante toda
su vida, consagrando a ello gran parte de sus actividades y a los
27 años, publicó en Manchester sus Meteorological observations
and seáis. Ese mismo año fue nombrado profesor de matemáticas
y de física en el New College, de Manchester, cátedra
que abandonó después de ocho años. Y, desde entonces,
hasta su muerte en 1844, fue de ciudad en ciudad, dando conferencias
y, como profesor privado, continuó enseñando química,
convirtiéndose en poderoso iniciador de la curiosidad científica.
Sus investigaciones se orientaron hacia una considerable multitud
de asuntos y temas, pero dando importancia al: estudio de los gases
y vapores, en particular sus calores específicos.
Pero lejos de limitarse a la física y a la química,
estudió y describió, con mucha precisión, la
anomalía de la visión de los colores, que recibió
el nombre de daltonismo. También, abarcó la lingüística
y compuso una gramática inglesa.
Fue un hombre sencillo, de carácter modesto, que aceptó
con llaneza la gloria que alcanzó. En 1822, fue elegido miembro
de la Royal Society, que en 1826, por sus trabajos de química,
le otorgó la gran medalla de oro, el primer año en que
fue concedida. Fue elegido miembro correspondiente de la Académie
des Sciences de París y murió en Londres en 1844.
De todos sus títulos de gloria, el mayor es haber percibido
claramente en el atomismo el verdadero principio de todas las leyes
ponderables de la química.
Las explicaba así:
"El análisis y la síntesis química no alcanzan
más allá que a separar partículas unas de otras
o a unirlas entre sí. Nada de nueva creación, ni de
destrucción de materia en todo el ámbito a que puede
alcanzar la acción química. Sería lo mismo que
tuviésemos la pretensión de introducir un nuevo planeta
en el sistema solar o de aniquilar uno de los que forman parte de
él, que la de crear o destruir una partícula de hidrógeno.
Todos los cambios que podemos producir consisten en separar partículas
que se hallan en cierto estado de cohesión o de combinación,
o también en ligar entre sí las que antes estaban separadas.
"En todas las investigaciones químicas se ha considerado,
a justo título, como un objeto importante la determinación
de los pesos relativos de los cuerpos simples que constituyen un compuesto.
Pero desgraciadamente la investigación se ha detenido ahí,
mientras que, de estos pesos relativos que se relacionan con los cuerpos
tomados en masa, se hubieran podido deducir los pesos relativos de
las partículas últimas o átomos de los cuerpos...
Uno de los principales objetivos del presente trabajo es mostrar la
importancia y la ventaja que existen en fijar los pesos relativos
de las partículas últimas, tanto para los cuerpos simples
como para los compuestos y lo mismo el número de partículas
simples elementales que constituyen una partícula compuesta,
o también el número de partículas menos compuestas
que concurren para formar una partícula más compuesta."
"Si dos cuerpos, A y B, están dispuestos para combinarse,
he aquí algunas combinaciones que podrán tener lugar,
comenzando por las más sencillas:
1 átomo de A + 1 átomo de B = 1 átomo de C, binario
1 átomo de A + 2 átomos de B == 1 átomo de C,
ternario
2 átomos de A + 2 átomos de B == 1 átomo de C,
temario."
Este texto tan sobrio, extractado de A new system of Chemical Philosophy,
publicado en Manchester en 1808, muestra lo seguro que Dalton se sentía
con la hipótesis atómica para poder dar cuenta de la
ley de Lavoisier y de la de Proust, aportando al mismo tiempo un instrumento
incomparable de esquematización de los fenómenos químicos.
De hecho, se ve en seguida que: cuando los elementos que se combinan
pueden originar varios compuestos, resulta que los pesos de un elemento
referidos a un mismo peso de otro elemento, tienen entre sí
relaciones sencillas, ley usualmente conocida con el nombre de ley
de Dalton.
Parece también que ciertos compuestos serán idénticos
entre sí en la sustitución próxima de elementos
equivalentes entre sí, tales como el metano, CH4 y el cloruro
de metilo, CUS Cl, en el cual un átomo de cloro ha sustituido
a un átomo de hidrógeno. La química de la estructura,
se halla ya en germen en esta observación. La moderna alquimia
podría ya entrever de golpe adonde le precisará en adelante
dirigir sus esfuerzos: le falta alcanzar las partículas que
el genio de Dalton había sabido adivinar. Se podía creer
que todo lo esencial de la idea atómica se adquiere ya con
John Dalton. Pero de hecho, la intuición habría de completarse.
Dalton había entrevisto el átomo y sus compuestos, pero
era incapaz de discernir para un mismo elemento simple, como el oxígeno,
entre el átomo y la molécula. No pudo desde entonces
acabar de desembrollar un conjunto importante de fenómenos.
Esta parte de la tarea le incumbió a Avogadro.
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