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La vida de este compositor fue bastante azarosa y su obra, criticada
en su tiempo, aunque al esteticismo de Eric Satie y Maurice Ravel,
él aportó nuevos coloridos tonales y nuevas sutilezas
en la música francesa; pero, su no fue tan dramática
su influencia, si se la compara con la de otros innovadores; pese
a ello su importancia no fue menor en importancia, dado que se desarrolló
gradualmente.
Era el mayor de cinco hijos y su padre, que administraba una tienda
de loza, era un fanático de las operetas y, en general, de
la música ligera; no obstante, al mostrar su hijo un talento
para el piano, descuidó su educación, y esta falta cobraría
su cuota al futuro compositor. Las primeras lecciones de piano las
pagó un banquero que era amante de su tía, pero el señor
Arosa, rompió esa relación, y fue necesario buscar otro
protector. Claude llamó la atención de Madame Mauté
de Fleurville, discípula de Chopin y suegra de Paul Verlaine,
que se convirtió en el poeta favorito del muchacho. La señora
Fleurville le dio lecciones durantes años y lo preparó
tan bien que pudo ingresar al Conservatorio.
Debussy, mostró dos facetas en este organismo en que se pasó
11 años, alternativamente, escrupuloso y disputador.
Se tomó libertades con las progresiones armónicas e
hizo burla de las convenciones, complaciéndose en escribir
músicas que violaban las reglas de la gramática musical.
"Todo lo que hace está mal -decía uno de sus maestros-,
pero está mal de un modo lleno de talento." Impugnó
los principios aceptados que gober-naban la producción de "teorías"
sólidas y fundamentales. Co-mo pianista, era a la vez hábil
y excéntrico; no dominaba a Beethoven, pero se le consideraba
como intérprete "cautivador" de Chopin a los catorce
años. A los quince comenzó a componer algunas can-ciones
que, aunque ligeras, eran algo más que las piezas con-vencionales
de salón.
A los diecisiete se interrumpieron temporalmente sus estu-dios porque,
por recomendación de su maestro de piano, fue invitado a Moscú
por la rica viuda Nadeida von Meck, la que había ayudado a
Tchaikovsky durante mucho tiempo sin co-nocerlo nunca. Madame von
Meck sostenía su propio trío de cuerdas, que siempre
la acompañaba. En Moscú se ampliaron sus horizontes
musicales de Debussy con las bailarinas composiciones de Borodin,
el exotismo de Rimsky-Korsakow o las agonías de Tschaikowsky
y la música menos sofisticada de Oriente.
Al volver al Conservatorio, pensando en el Prix de Rome, compuso que
fue tachada con docenas de errores por sus maestros, a lo que Claude
exclamó "Por fin he escrito algo original". Como
acompañante de Mme. Moreau-Sainti - a la que dedicó
Noite d´étoiles, su primera obra publicada -, entró
en un círculo de artistas y bohemios, donde conoció
a la hermosísima Madame Vasnier, soprano de notable condición,
esposa de un arquitecto de fama, y con 19 años, se enamoró
de ella, perdidamente, a tanto que se marchó de la casa de
sus padres y se domicilió cerca de los Vasnier y si a los 20
años fracasó en la prueba preliminar, en la segunda,
a los 22 ganó el Prix de Rome con El hijo pródigo. Pero,
no le gustaba Roma, pero vivió en ella dos años, a ruego
de los Vasnier, años que no fueron perdidos porque compuso
Printemps, que provocó protestas porque la compuso en "fa
sostenido", clave prohibida para las obras orquestales.
A los 25 años, Claude Achille, era la imagen viva de la Vida
Bohemia, de Burguer. De movimientos lentos, lánguido al andar
- rayano en la lasitud-, pelo negro, rebelde, nariz aguda, ojos pequeños,
pero de mirada penetrante, orejas enormes, mentón alargado
por el esbozo de una barba y labios carnosos acentuados por un delgado
bigote. Dos cambios marcaron su vuelta a París: su casi obsesión
por el colorido y la elocuencia del acorde en sus fluctuaciones vacilantes
y su rompimiento con los Vasnier; aunque conoció a Mallarmé,
Paul Claudel y André Gide, aparte de Gabrielle Dupont, que
fue su amante celosa.
En la Exposición de París, de 1889, escuchó los
extraordinarios efectos de cristal de los gamelangs de orquestas javanesas
y anamitas, algunos de estas influencias se perciben en la Suite Bergamasque
(en la que figura el Claire de lune, quizá, una de sus obras
más conocida), compuesta a los 28 años, en la primera
serie de Fétes galantes , terminada cuando tenía treinta,
y en las Proses lyriques, serie de canciones con tex-tos del mismo
Debussy. Pero, entonces, compuso la que deberían ser sus obras
más características y memorables: Prélude á
1'aprés-midi d'un faun y Pelléas et Mélisande.
El Prélude se inicia con un tema evocador tocado por un solo
de flauta, lo que causó sensación cuando fue escuchado
por primera vez, pues hasta entonces la flauta se usaba en la orquesta
casi exclusivamente como instrumento de apoyo.
Las partituras de Debussy aspiran a lograr la transparencia, una vaporosidad
en la que los timbres fundamentales no pierden su individualidad en
el timbre del grupo. Imaginó las diversas partes de la voz
de un instrumento determinado como si esas partes fueran instrumentos
diferentes, se sentía particularmente atraído por las
maderas, y escribió para ellas con gran sensibilidad y buen
gusto. Rescató al arpa del empleo que se hacía de ella
en los últimos tiempos como simple colaboradora en las culminacio-nes
de sonoridad y le devolvió su papel peculiar. Su empleo del
colorido puro y de la yuxtaposición de tonos en gradaciones
inesperadas hizo que los críticos recurrieran a una comparación
inevitable, la pintura, y Debussy fue conocido como un impresionista
musical.
Otras de las obras más conocidas de Debussy son: el poema sinfónico
La mer, La cathédrale engloutie, Poisons dór, Jardins
sous la pluie y La fille aux cheveux de lin.
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