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A muchas personas puede resultarles sorprendente que la llamada
corriente eléctrica, sea solo un movimiento de electrones,
que trata de igualar una desigualdad, lo que quedará explicado
más adelante.
El comienzo de esta historia, ya tiene muchos siglos. Se cuenta que
el sabio griego Tales de Mileto paseaba discutiendo con sus discípulos
cuando atrajo su atención una sustancia sólida, de color
amarillo y observó que al frotarla contra su vestimenta se
habían adherido a ella algunos hilos de su manto. Esta resina
fósil con esa tan curiosa propiedad de atracción, es
la misma que nosotros llamamos ámbar, pero Tales decidió
darle el nombre de elektron.El paseo del griego ocurrió en
el año 600 a.C.y solo en el siglo XVII William Gilbert, investigador
del magnetismo, recordando las observaciones de Tales de Mileto, sugirió
que a esta fuerza se la llamara electricidad.
Pero debemos agregar otros derivados para completar los conceptos
de nuestro título. Hacía miles de años que el
hombre conocía el fenómeno del magnetismo y debieron
pasar otros miles para que el comportamiento de atracción de
la piedra imán, un derivado del mineral que se llama magnetita,
dejará atrás su concepción mágica; lo
que es seguro que este fenómeno ya era conocido por los pueblos
de la Edad de Hierro. Hay varias versiones para saber dónde
o cuándo se creó la palabra magnetismo. El naturalista
romano, Plinio, el Viejo, lo atribuye a un pastor llamado Magnes,
que se asombró de que la piedra imán atrajera los clavos
de hierro de sus zapatos, en cambio, el poeta romano Lucrecia dice
que el vocablo se deriva de Magnesia, nombre del viejo país
donde se encontró la primera piedra imán. Incluso, en
el siglo XVII, el filósofo y matemático francés
René Descartes sugirió que las sustancias magnéticas
estaban cubiertas de minúsculos tornillos, cuyas constantes
rotaciones atraían innumerables agujeros en la superficie del
hierro, y se introducía en ellos.
En 1733, DuFay, experimentando, frotó dos varillas de ámbar
y lo mismo hizo con dos de cristal. Las varillas magnetizadas por
el frotamiento, se repelían, pero si frotaba una pareja compuesta
de una varilla de cada material, se atraían. Pensó que
existían dos tipos de electricidades, una vítrea y otra
resinosa. Benjamín Franklin lo rebatió, afirmando que
había solo una electricidad.
Y lo explicó de la siguiente manera: Al frotarse el vidrio,
la electricidad fluía hacia el interior dándole carga
positiva y agregó que al juntarse, las varillas intercambiaban
el fluido hasta establecer un equilibrio.
En la década siguiente, von Kleist ideó la botella de
Leiden. Era un frasco revestido de papel de estaño; una varilla
lo penetraba atravesando el corcho del gollete. Si la botella estaba
cargada, al tocarla daba un golpe eléctrico y hasta llegaba
a producir una chispa. Von Kleist estableció que a mayor carga
eléctrica mayor era la tendencia del fluido a escapar, desde
la máxima concentración (polo negativo) hacia el área
más débil (polo positivo), fuerza denominada electromotriz.
La chispa era el resultado del choque entre los innumerables electrones
y las moléculas del aire, originándose un ruido por
la expansión del aire al caldearse rápidamente y por
la entrada de aire fresco, al producirse un vacío parcial.
Franklin estuvo de acuerdo con quienes compararon este hecho con el
fenómeno natural de los rayos y truenos, durante las tempestades
celestes y para probarlo, en medio de una tormenta, elevó una
cometa con un hilo de seda, a cuya punta había unido un alambre
y con la otra punta en su mano, cogió una llave de agua de
su casa: saltaron chispas eléctricas. ¡Franklin había
inventado el pararrayos! Las nubes actuaron como un polo, mientras
la Tierra jugó el papel del otro polo.
Sin embargo, para una comprensión total de estos fenómenos,
hubo que esperar el progreso de otros experimentos y se descubrió
que otros objetos también, al ser frotados, presentaban cualidades
parecidas a los imanes, aunque de menor potencia. Se llegó
a la conclusión de que la fricción creaba una carga
eléctrica de dos clases, a una se llamó positiva y,
a la otra, negativa. Otro físico frances, Charles Coullomb,
en 1786 - cuya ley se parece mucha a la ley de gravedad de Newton,
calculó en términos matemáticos precisos cómo
esas cargas positivas y negativas se repelen y atraen mutuamente.
Franklin fue quien propuso los nombres de positiva y negativa para
las dos cargas opuestas, y sostuvo que la electricidad es un fluido.
Ahora, este concepto ha sido superado y la generación de una
carga eléctrica por fricción puede ser explicada por
la estructura de los átomos, que consisten en un núcleo
cargado positivamente rodeados de un cierto número de electrones
de carga negativa. Y como se sabe, los electrones libres modo de transferirse
a otras sustancias, tales como la seda o el vidrio. Al producirse
los cambios lo que ocurre es una distribución de electrones.
O sea igualar una desigualdad. Las cargas eléctricas pasan
de una sustancia a otra, pero no se destruye ninguna, lo que se denomina
conservación de la carga. El estudio de los cuerpos, así,
cargados es decir, eléctricamente, se llama electroestática,
que no es sino el estudio de la electricidad en movimiento, lo que
constituye la Electrodinámica.
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