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El elefante

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El período más largo de gestación de los mamíferos, es el de los elefantes, pues alcanza a los 22 meses; al nacer la cría tiene un peso de 100 kilos y una alzada de uno 90 centímetros y aunque a los seis meses comen alimentos sólidos - maman durante tres o cuatro años. Las hembras suelen parir una cría cada dos o cuatro años. Como curiosidad, agreguemos, que las crías, a veces, se chupan la trompa, como hacen los niños con su dedo pulgar. El vínculo establecido con la madre dura bastante tiempo, y es normal observar una hembra seguida de crías de diferentes edades. Otro hecho notable es que las crías son agrupadas, como en una guardería, bajo la vigilancia de una hembra, mientras las demás se alimentan.


Las crías pasan gran parte del tiempo jugando: chapotean en el agua, persiguen animalillos, se pelean entre sí con sus trompas y, cuando dejan de jugar, se apoyan unas contra otras y dormitan. Los adultos necesitan pocas horas de sueño, y pasan la mayor parte del tiempo comiendo o visitando los puntos de agua para beber y bañarse.


Situándonos en las antiguas épocas de la tierra, como en el terciario, el elefante, hoy, el mayor de los mamíferos terrestres, es el último superviviente de un grupo animal que, entonces, fue muy abundante: los proboscídeos. El antepasado más remoto de que se tiene noticia vivió hace unos 50 millones de años, y se supone que fue parecido a un jabalí de gran tamaño. Los proboscídeos, con el paso del tiempo, se fueron haciendo cada vez más grandes y desarrollaron una trompa y de dos a cuatro espectaculares incisivos, los colmillos. Se distribuyeron por toda la Tierra, a excepción de la Antártida y Australia; eran más de 300 especies, entre ellas, los mastodontes y los mamuts, estos últimos de características muy parecidas a las del elefante actual, como lo prueban las pinturas rupestres halladas en diversas cuevas. Hace más de 2.000 años, los elefantes se utilizaban para transportar tropas y armas a los campos de batalla; así los conocieron los griegos, durante la campaña de Alejandro por la India. En época helenística, estos animales fueron utilizados por todos los ejércitos reales. Y los romanos tuvieron que enfrentarse a ellos en sus guerras con Pirro y contra Cartago. En Asia, todavía se les entrena para diversos trabajos, como levantar y transportar troncos y, en el mundo, como una atracción de circo.


En la actualidad, los elefantes salvajes sólo viven en el África subsahariana y en algunas regiones de Asia: la India, Sri Lanka, Indochina e Indonesia. En el elefante africano se distinguen dos subespecies: el de la sabana o matorral y el de la selva.. Por su parte, el elefante asiático cuenta con cuatro subespecies: el elefante de Sri Lanka, el indio, el de Sumatra y el de Malasia .


Aunque entre las dos especies existen indudables afinidades y características comunes, también hay rasgos que permiten distinguirlas. El elefante africano es de mayor tamaño: un macho adulto puede sobrepasar los 6.000 kilos de peso y alcanzar 3,5 metros de altura en la cruz, unos 60 centímetros más que el asiático. El elefante africano también tiene las orejas mucho más grandes, y su frente es plana, mientras que la del asiático es abombada. En la especie africana los colmillos son más largos y aparecen en ambos sexos, mientras que en la asiática sólo son visibles en los machos. También en la trompa hay diferencias: la de los elefantes africano presenta en su extremo dos apéndices digitiformes, en cambio, en la del asiático sólo existe uno.


El elefante es un animal de cabeza grande y redondeada, con ojos pequeños y orejas enormes. Contra lo que pueda parecer, el peso encefálico no es exagerado, pues el esqueleto craneal está aligerado por numerosos senos. La dentición se compone de los incisivos laterales superiores, desarrollados como defensas, y seis molares a cada lado, aunque sólo uno o dos son funcionales a la vez; el posterior se mueve hacia delante, situándose en el lugar del anterior a medida que éste se desgasta y cae. Sus extremidades son largas, rectas y columnares, y carecen casi por completo de flexibilidad en las articulaciones. La piel es gruesa y rugosa, y el pelaje es escaso, apenas unos mechones en torno a las aberturas auriculares, bajo la mandíbula inferior y en el extremo de la cola. Los elefantes se distinguen sobre todo por la trompa prensil y los largos colmillos. La trompa probóscide, una prolongación de la nariz y el labio superior, es larga y musculosa, con miles de haces longitudinales y circulares que le permiten adoptar cualquier posición. Con este apéndice, el animal puede respirar, oler, beber, llevarse la comida a la boca, ducharse y esparcir polvo por su cuerpo. También la utiliza para arrancar matorrales, descortezar un árbol, conducir a las crías y, cuando se siente amenazado, emitir una señal de alarma.

En realidad, la trompa, constituye una auténtica mano que el animal sabe utilizar con extraordinaria habilidad. Otro rasgo característico del elefante son los largos colmillos, incisivos superiores modificados y de crecimiento continuado. Pueden alcanzar dimensiones considerables, hasta 5,5 mts. de longitud y unos 120 kg de peso, aunque el peso medio en el macho es de unos 60 kg. En las hembras son mucho más pequeños, y en las de la especie asiática ni siquiera son visibles. El elefante utiliza sus colmillos como herramientas, y puede servirse de ellos para arrancar un matorral o un arbusto, descortezar un árbol, romper ramas, sondear el suelo en busca de agua o embestir a un enemigo. Por lo general, tienen distinta dimensión, pues el animal suele usar más un colmillo que el otro y, por lo tanto, lo desgasta más. Los colmillos son de marfil, con una ligera capa de esmalte en los extremos que se desgasta enseguida. El elefante es un animal herbívoro, que se alimenta de hierbas, hojas, ramas, raíces, frutos y cortezas, según la zona y la época del año. Debido a su gran tamaño, un ejemplar adulto puede ingerir 140 kg de alimento al día en la época de sequía, y más de 200 kg en la época húmeda. La composición del alimento también varía con la estación.


Los elefantes también necesitan mucha agua: unos 100 litros por día, que suelen ingerir de una sola vez, incluso en época de abundancia. En las regiones áridas donde el agua escasea, excavan el lecho de los ríos secos hasta alcanzar la capa freática. Cuando abandonan el lugar, los pozos que dejan permiten a otras especies satisfacer la sed. Para encontrar agua y la cantidad de comida necesaria, estos grandes animales exploran vastas extensiones de terreno. A pesar de su pesado aspecto, son bastante ágiles, y a un paso regular recorren entre 4 y 6 km a la hora; pero cuando huyen, o si se violentan y cargan, pueden alcanzar los 40 km en trechos cortos.


De costumbres gregarias, viven en grupo sociales bien estructurados. Estos grupos o manadas por diez o doce individuos, aunque en ocasiones pueden llegar a los cien. Cada manada está integrada por individuos emparentados, por lo general varias hembras adultas y sus crías de ambos sexos y diferentes edades, es conducida por la hembra de mayor edad. Los machos adultos sólo forman parte de la manada en la época de reproducción, y el resto del tiempo viven en solitario o en pequeños grupos. Los elefantes son muy sociables, y entre ellos existe un gran sentido de colaboración. Cuando advierten una amenaza, los individuos de la manada se agrupan dejando a las crías en el centro. Si la guía decide huir, corren formando un grupo compacto. Cuando uno de los componentes del grupo es herido, los otros suelen acudir en su ayuda aun a riesgo de sus propias vidas. La comunicación entre elefantes se produce por medio de señales acústicas, olorosas y táctiles. Su sentido de la vista no es muy agudo y tiene menor importancia que los demás en la vida social. Las señales auditivas son de diverso tipo. Además del clásico barrito (berrido del elefante), que suele significar excitación, sorpresa o propósito de ataque, los elefantes emiten resoplidos, bufidos y gruñidos de alarma, identificación o llamada.


Gracias a su tamaño, no tienen enemigos naturales y leones, tigres o cocodrilos, a veces, capturas crías que han quedado separadas del grupo. El hombre es el único animal peligroso para el elefante, que lo mata por deporte o por ambición, para apoderarse del preciado marfil de sus colmillos.