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Los grandes humanistas vacilaron ante la Reforma, tal vez porque
eran, sobre todo, europeos universalistas. Entre ellos estaba Erasmo,
quien estudió en Francia, en Inglaterra y en Italia, fue pensionado
por Carlos V en los Países Bajos, en 1521, y finalmente, decidió
instalarse en Basilea.
Simbólica trayectoria de un espíritu que busca un centro
donde fijarse y que lo halla en el cruce de los caminos europeos,
Basilea. Su espíritu conciliador, pero sobre todo su creencia
en el libre albedrío del hombre, que es condenado por la teoría
de predestinación de los reformadores, le impiden romper con
Roma. Sin embargo, para conseguir transformar no solamente las almas,
sino el sentido de la época, hubiera sido necesario un temperamento
más apasionado y más vivo que el suyo.
Juan Calvino, de Noyon era un eclesiástico tibio a quien las
nuevas ideas religiosas inflamaron bruscamente. Siguiendo el ejemplo
de Erasmo, él también se refugió en Basilea para
publicar allí libremente sus obras, algo que era imposible
en otro sitio de Europa. En 1536 publicó La institución
cristiana, editada primero en latín y posteriormente en francés.
Poco tiempo después es invitado por Ginebra, ciudad que había
pertenecido anteriormente a Saboya y que buscaba la manera de defender
su independencia contra sus duques y contra los reyes de Francia,
que eran católicos. Calvino reformó por completo la
ciudad por medio de sus ordenanzas eclesiásticas; creó
una Universidad que debía convertirse en el centro de una especie
de internacional evangélica, orientada hacia Francia. Hombre
de partido, eliminó a sus adversarios, hasta con la hoguera
cuando fue necesario; rígido moralista, gobernó las
costumbres valiéndose de la prisión para conseguirlo.
Autor de una obra escrita de cuarenta mil páginas, a la que
se añade una colosal correspondencia, infatigable, invulnerable,
de una lucidez fulgurante en todo momento, dando hasta doscientas
ochenta conferencias por año, Calvino se convirtió de
hecho en dictador de la ciudad de Ginebra, que pudo ser considerada
la Roma protestante.
Materialmente galvanizados, los ginebrinos se lanzaron a todos los
caminos de Europa,. Los calvinistas destruyeron las estatuas y las
pinturas de las iglesias porque, para ellos, eran manifiestas prueba
de idolatría. La agitación provocada por Calvino estaba
en sus comienzos. El calvinismo, en realidad, constituía tanto
una forma política como una forma mística, muy diversa
de la de Lutero, quien defendía el acuerdo con los príncipes,
si es que no defendía la sumisión completa a ellos.
Calvino - aunque en Ginebra ahogara materialmente la democracia -
proclamó el derecho de oposición de los individuos.
La idea ya había sido estimada por algunos pensadores de la
Edad Media y ella llevó al espíritu de los ciudadanos
el concepto moderno de la democracia.
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