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El punto de partida de la filosofía de Spinoza

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El punto de partida de la filosofía de Spinoza es la identificación de Dios con la naturaleza. Dios es un ser que se confunde completamente con la naturaleza, tanto si ésta ha sido creada como si se crea a sí misma.

Dios es la sustancia única, de la que Spinoza dice al principio de la Etica que es «aquello cuya esencia implica la existencia, es decir, aquello que no necesita de otra cosa para ser creado», pensamiento que puede ser interpretado como ateísmo, no tanto por la negación especulativa de la existencia de Dios como por su generalización naturalista: si Dios está en todas partes, no está en ninguna.

Spinoza concibe a Dios desde una perspectiva materialista que supera el dualismo cartesiano, ya que la sustancia es a la vez pensante y extensa. En el ámbito epistemológico, este planteamiento se corresponde con una concepción del alma según la cual ésta es únicamente la idea del cuerpo. El conocimiento no es, pues, la operación de un sujeto consciente(a la manera del cogito cartesiano), sino la afirmación de una idea en el espíritu.

El ser humano sólo percibe efectos o signos e ignora las causas y atribuye a un Dios monarca un poder absoluto y a la conciencia un poder sobre el cuerpo. La razón es la que organiza las relaciones de composición («nociones comunes) ideas generales que posibilitan la formación de otras ideas capaces acceder al conocimiento de las causas. Y, por el conocimiento, el ser humano accede al amor intelectual de Dios, que hace conocer por medio del entendimiento intuitivo la esencia singular en forma de eternidad, la cual no guarda relación con la noción común de inmortalidad