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LA EVOLUCIÓN

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A la mente humana común le es muy fácil representarse ciertas cantidades relativamente reducidas: una manzana, una docena de huevos, mil hojas de papel carta o un millón de monedas; pero, no sucede los mismo si hablamos de años.

Estamos finalizando el siglo XX, es decir, han transcurrido solo 20 cientos de años y no todo el mundo tiene conocimiento de los hechos ocurridos en el siglo I a.C.
¿Y cómo imaginar lo que ha ocurrido hace millones de años?
Un simple ciudadano, con inquietudes de saber, no tiene más alternativa que fiarse de lo que dicen los hombres de ciencia, estudiosos investigadores sobre las más lejanas épocas de nuestra tierra. Ellos nos dicen, por ejemplo, que hace 15 o 20 millones de años, el hombre y los grandes monos tenían una ascendencia común. Se han encontrado restos fósiles en África que les permiten afirmar tal cosa, y también los han encontrado en el norte de la India y en Europa.
Pero, no se sabe por qué estos animales, de los que desciende el hombre actual, bajaron de los árboles; la conjetura es que buscaban alimentos, posiblemente, semillas y frutos caídos en el suelo y no aprovechados por otros animales.


Y ya estando en tierra debieron aprender a caminar en dos patas por la necesidad de tener libres los brazos y las manos. Poco a poco, se hicieron más hábiles en el manejo de las manos y pudieron fabricar herramientas simples, acarrear alimentos y construir los primeros rudimentos de casas, las madres aprendieron a sostener a sus crías con sus manos y acercarlas a sus pechos para que mamaran.
Pese a ser estas acciones tan simples, ejecutarlas requería de cerebros mejorados para registrar e interpretar tales sensaciones y poder controlar los movimientos musculares que debían efectuar para realizar tales maniobras. El desarrollo de la habilidad manual y el de fabricar herramientas, les trajo aparejada la necesidad de mejorar sus comunicaciones. Tras siglos de esfuerzos, por fin, lograron crear el lenguaje articulado; a su vez, el lenguaje, les obligó a dar un nuevo impulso a su evolución cerebral.


Las principales etapas que cumplieron nuestros antepasados hasta llegar al hombre moderno, son:
1) Australopithecus,
2) Homo Erectus, y
3) Homo Sapiens.


En el Australopithecus, el gran hocico, la mandíbula grande y los dientes fuertes, usados por sus antecesores para masticar los alimentos crudos, se había reducido notablemente.El Homo Erectus y todos sus sucesores, ya tienen las mandíbulas más reducidas y un cerebro más desarrollado (de l.000 gramos), y se reconocen en él todas las características que lo igualan al hombre moderno.
Se cree que el Hombre Erectus cubre un período superior a 1.500.000 años, y que su actual capacidad craneal (1.500 gramos), se mantiene igual desde hace 40.000 años.
Con la aparición del Homo Sapiens, la especie se desarrolló rápidamente, pero debieron transcurrir otros 300.000 años, es decir, 300 siglos - y gracias a que había progresado mucho en la construcción de sus herramientas - para que el hombre pudiera abandonar su economía de recolector y cazador para transformarse en sedentario, convertirse en agricultor y, luego, fundar las que serían las primeras sociedades humanas. Ahora, todo esto nos parece claro y simple: era cuestión de que transcurriera el tiempo, mucho tiempo.


Sin embargo, ya viviendo en pleno siglo XIX, las normas religiosas no permitían ejercitar lo que ahora llamamos la libre circulación de las ideas. Eso debió soportarlo y sufrirlo el naturalista británico Charles Darwin, nieto del poeta y botánico, Erasmus Darwin. Charles, desde niño, mostró gran afición por la historia natural y por coleccionar plantas, animales y minerales. Abandonó sus estudios de medicina y pasó cuatro años en el Christ´s College de la Universidad de Cambridge, preparándose para ser clérigo, pero asistía a clases de botánica y entomología, y se interesó por la geología. Darwin, tenía 22 años cuando el capitán Fitzroy del Beagle lo invitó a participar en calidad de naturalista en una expedición de cinco años de duración, recorriendo una ruta que abarcaba Patagonia, Tierra del Fuego y las costas de Chile, Perú y Ecuador.


Frente a la República del Ecuador, están las Islas Galápagos, en las que viven tortugas gigantes. Al reconocer las islas le llamó la atención la existencia de más de una docena de tipo de pinzones, diferenciados, especialmente, por la forma y tamaño del pico. Las otras características eran completamente similares a los pinzones que había visto en el continente.


¿Por qué, si las aves procedían de un tipo principal, mostraban estas diferencias? fue lo que se preguntó Darwin. Discurrió que podría deberse al haber vivido un largo período de aislamiento en el archipiélago y que la necesidad de alimentarse fue la que las obligó a crear métodos distintos para obtenerlos. En efecto, todavía, tres tipos de pinzones comían semillas, pero la mayor parte se alimentaba de insectos. Darwin había leído el libro de Malthus, quien sostenía que el mundo animal debía mantener una lucha por la existencia, porque la población crecía en una mayor progresión, si se la comparaba con la producción de alimentos. Darwin se puso a pensar si no sería ésa la razón del cambio en los pinzones. En concreto, eso significaba que sobrevivían los más fuertes y los más capaces de adaptarse a los cambios.


Darwin pasó muchos años recogiendo pruebas para dar más solidez a su ya esbozada teoría de la evolución. La analizaba desde todos los puntos de vista, porque comprendía que su teoría significaba un cambio radical en la vida animal, incluido el hombre. Entonces, ocurrió algo muy curioso.
Otro joven británico, Alfred Russel Wallace, igualmente lector de Malthus, había participado en una expedición científica, pero por los países de Asia, también recolectando informaciones sobre la fauna y flora de esos países. Escribió un trabajo y se lo envió a Darwin - por entonces con fama de reputado y competente biólogo - para que le diera su opinión. Éste, sorprendido, comprobó que alguien más sustentaba sus mismas ideas. Decidió publicar su libro "Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural o De la supervivencia de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida", obra que se popularizó como El Origen de las Especies. Y estalló la tormenta, clerical y científica.


¿Qué era eso de que el hombre descendía del mono?


Siempre ha sucedido así: las nuevas ideas han tenido que luchar, no solo contra las doctrinas religiosas, sino también con muchas personalidades dedicadas al estudio y a la investigación científicas.
Darwin tuvo un célebre defensor, el eminente biólogo Thomas Henry Huxley, quien derrotó la arrogancia del obispo Wilberforce, en una reunión científica.
La concurrencia, entre risotadas, se puso de parte del sacerdote cuando, irónica- mente, le preguntó a Huxley:
-¿Dígame, señor Huxley, )es a través de su abuela o de su abuelo, que Ud. pretende descender de un mono?
Huxley, calmadamente, le contestó:
- Si mi abuelo hubiera sido un hombre generosamente dotado de inteligencia por la Naturaleza, si hubiera poseído grandes medios de influencia como Ud. y, sin embargo las hubiera empleado con el fin de introducir el ridículo en una importante reunión científica, indudablemente, ¡yo afirmo mi preferencia por el mono!.
Así fue como inició su difusión el proceso que hoy conocemos con el sencillo nombre de selección natural.