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Hace quizá medio millón de años, nuestros antepasados
descubrieron el fuego. Sin duda, antes ya habían visto las
zarzas incendia incendiadas por el rayo y los bosques en llamas, y
procurarían ponerse a salvo. Es decir, el descubrimiento de
sus virtudes no llegó hasta que la curiosidad se sobrepuso
al temor. Algún hombre primitivo debió sentirse atraído
por los restos de tales incendios, unas ascuas ardiendo débilmente,
y se distraería con ellas echándole ramas secas y viendo
cómo danzaban las llamas. Y, al llegar la noche, apreciaría
la luz y el calor del fuego, así como su eficaz acción
contra las fieras. Algún día, debió de aprender
a hacer fuego frotando dos palos hasta lograr con mayor facilidad
encender fuego para caldear su campamento o caverna, o asar las piezas,
porque la carne asada, era más gustosa y masticable.
El fuego proporcionó al hombre unas reservas inagotables de
energía, y por ello, es considerado el mayor descubrimiento
de la Humanidad. El que elevó al hombre sobre su primitivo
nivel animal. En realidad, aunque parezca extraño, hubieron
de transcurrir muchos milenios -en realidad hasta la Revolución
Industrial- para que el hombre discerniera una pequeña parte
de sus inmensas posibilidades. Lo empleó para calentar e iluminar
su hogar, para cocinar sus alimentos y trabajar los metales, hacer
cacharros de barniz o vidrio pero, más o menos, a eso se redujo
todo.
Entretanto fueron descubiertas otras fuentes de energía. Algunas
de las más importantes se desarrollaron durante las llamadas
"Edades tenebrosas". En la Edad Media, el hombre empezó
a quemar en sus hornos metalúrgicos esa roca negra llamada
carbón, a dominar el viento con molinos, emplear molinos de
agua para triturar e! grano, aprovechar la energía magnética
con la brújula y utilizar explosivos con finalidades bélicas.
Allá por el año 670 d.C., un alquimista sirio, Calínico,
inventó, según se cree, el "fuego griego",
una primitiva bomba incendiaria de azufre y nafta, a la que se atribuye
la salvación de Constantinopla cuando los musulmanes le pusieron
sitio por primera vez. La pólvora llegó a Europa en
el siglo XIII. Roger Bacon la describió hacia el año
1280, pero ya se la conocía en Asia desde muchos siglos atrás,
y tal vez se introdujera en Europa con las invasiones mogólicas,
iniciadas el año 1240. Sea como fuere, la artillería
cual arma de fuego llegó a Europa en e! siglo XIV y se supone
que los cañones hicieron su primera aparición en la
batalla de Crécy, el año 1346.
El más importante de los inventos medievales es el atribuido
al alemán Johann Gutenberg. Hacia 1450, Gutenberg creó
el primer tipo movible, y, con él, hizo de la imprenta una
poderosa fuerza de comunicación y propaganda. También
fabricó la tinta de imprenta, en la que el negro de humo estaba
disuelto en aceite de linaza y no, como hasta entonces, en agua. Esto,
junto con la sustitución de! pergamino por el papel (invento
según la tradición- de un eunuco chino, Ts'ai Lun, el
año 50 d.C.,) que llegó a la Europa moderna por conducto
árabe en el siglo XIII, posib1litó la producción
a gran escala y distribución de libros y otro material escrito.
Ninguna otra invención anterior a los tiempos modernos se adoptó
tan rápidamente. Una generación después del descubrimiento
se habían impreso ya 40.000 libros.
Los conocimientos documentales del género humano no estuvieron
ya ocultos en las colecciones reales de manuscritos, sino que fueron
accesibles en las bibliotecas para todos quienes supieran leer. Los
folletos crearon y dieron expresión a la opinión pública.
(La imprenta tuvo una gran participación en el éxito
de la .revuelta de Martín Lutero contra el Papado, que, de
otra forma. hubiera sido simplemente un litigio privado.) Y también
ha sido la imprenta, como todos sabemos, uno de los instrumentos que
han hecho de la Ciencia lo que es hoy. Esta herramienta indispón-sable
entrañaba una vasta divulgación de ideas. Hasta entonces,
la Ciencia había sido un asunto de comunicaciones personales
entre unos cuantos aficionados; pero, desde aquellas fechas, un campo
principalísimo de actividad que alistó cada vez más
trabajadores, suscitó el ensayo crítico e inmediato
de las teorías y abrió, sin cesar; nuevas fronteras.
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