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La cuna de la ciencia es Mileto, la ciudad más importante
de Jonia. Los antiguos griegos fueron quienes más se acercaron
a la verdad. El primero de los siete sabios de Grecia es Tales(624
al 546 a.C.) En oposición al pensamiento mítico de las
creencias populares, consideraba a la Tierra como un disco plano que
flotaba en el agua. Explica la constitución de todas las cosas,
su formación, a partir del principio primero y de su transformación
final, con la idea que la sustancia permanece, pero varía en
sus estados.
Anaximandro, su discípulo y sucesor - 611 al 546 a.C.-, escribió
la primera obra en prosa en lengua griega. Creía que la Tierra
flotaba libremente en el universo y creía que el hombre, inicialmente,
era semejante a un pez y que el alma era de naturaleza gaseosa.
Su discípulo, Anaxímenes - 588 al 525 a-C.-, estableció
que El principio del mundo es el aire, y que la Tierra plana flotaba
en el aire lo mismo que el Sol, la Luna y los astros restantes, que
son de fuego. Cuando el aire se dilata se convierte en fuego, cuando
se condensa en viento; si continúa condensándose se
transforma en nubes, luego en agua, después en tierra y, finalmente,
en rocas.
Anaxágoras, cuatro siglos a.C., fue el primero que explicó
los eclipses de sol y de luna, y por sostener sus teorías fue
condenado a muerte, aunque se le conmutó la pena por ostracismo.
Antes de morir sostuvo que la Luna no tiene luz propia.
Un gran revolucionario fue el astrónomo Aristarco- ¿310-230
a. C.?, quien opinó que la Tierra giraba alrededor del Sol
y que, además, giraba en torno de su mismo eje. Estas eran
opiniones muy atrevidas por lo que lo acusaron de perturbar el reposo
de los dioses. Pese a las burlas de sus contemporáneos, la
historia, dos mil años después, le daría la razón.
Pitágoras, según la tradición, porque no se conocen
escritos suyos, ni la época exacta en que vivió, habría
sostenido que la Tierra y todo el universo tenían una forma
esférica. Defendió la armonía de las esferas,
la transmigración del alma y la eterna repetición de
lo mismo; se manifestó contrario a la alimentación con
carne. Su ley fue: La armonía del mundo se manifiesta en su
estructura y en los números.
Ptolomeo y Cicerón también son estrellas que brillan
con luz propia en la historia de la astronomía y el satírico
griego de siglo II a..C., Luciano de Samosata, escribió el
libro de los ahora llamamos ciencia-ficción, Historia Verdadera,
cuyo héroe Mesipo viaja a Luna, habitada por seres fabulosos:
mitad caballos, mitad grifos, valiéndose de una ala de águila
y otra de buitre, transformándose en Ícaro pintoresco.
La obra "De las Revoluciones de los Cuerpos Celestes", es
un cohete teórico que alcanza gran altura en la historia de
los conocimientos astronómicos; su autor era el polaco Nicolás
Copérnico, que vivió de 1473 hasta 1543, y demostró
que los antiguos griegos tenían buena parte de razón
con la teoría del sistema heliocéntrico, que sostenía
que el centro de nuestro sistema era el Sol y que a su alrededor gira
la Tierra y los demás planetas Además, postuló
que la Tierra tenía dos movimientos: de rotación: sobre
sí misma y de traslación alrededor del Sol.
Hay que esperar a que la ciencia cuente con Galileo Galilei, 1633,
que por sostener las teorías copernicanas, de rodillas debió
retractarse de dar la razón al polaco. Se cuenta que cuando
fue condenado, pronunció su célebre "y, sin embargo,
se mueve".
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