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El agua es un elemento
indispensable para la vida; por eso, desde las primeras agrupaciones
sedentarias, los hombres han elegido establecer sus viviendas a orillas
de los ríos.
Las primeras civilizaciones anidaron en el Indo, el Nilo o en los
valles rodeados por el Tigris y el Eufrates - la Mesopotamia -, palabra
que quiere decir entre ríos.
Los caldeos y asirios, que habitaron esas zonas, debieron luchar tenazmente
contra la naturaleza. Desde luego, las aguas de ambos ríos,
no tenían el tranquilo fluir del Nilo, con sus regulares flujos
y reflujos anuales; el Tigris y el Eufrates tenían años
de casi completa sequía y, otros, en los que las aguas todo
lo desbordaban y destrozaban. Tal azote de la naturaleza los obligó
a ingeniarse para controlarlas; construyeron tranques y canales, sin
duda, las primeras obras de irrigación de la historia y constituyen
los logros iniciales de progreso de las más tempranas civilizaciones.
Hoy se cree que, posiblemente, los caldeos y asirios son los inventores
de la rueda para manejar el barro de sus alfarerías y que -
hace 3.000 años - alcanzaron los más altos niveles en
arquitectura, en escultura y en el tratamiento de los metales.
Y, todavía, lograron un avance más importante, porque
desarrollaron las primeras formas de escribir, las iniciales, los
llamados pictogramas y, más tarde, la escritura que se ha denominado
cuneiforme. Por otra parte, ahí, se entrecruzaron beneficiosamente
las cuatro etnias de mayor nivel cultural: sumerios, semitas, indoeuropeos
(Hititas) y hurrianos; además por sus frecuentes contactos
con Egipto, representaron una expansión comercial y los primeros
intentos de dominación militar, especialmente, en la propia
Mesopotamia.
En el sur, vivían los sumerios, que algunos suponen inmigrantes
de lejanas tierras (Asia Central), llegados vía Persia e introductores
de la escritura por el año 3.000. Los sumerios fueron los primeros
en reunir compactos grupos sociales y organizarlos en lo que ya se
podía llamar ciudades. En lo cultural, perfeccionaron las técnicas
de irrigación inventadas por sus predecesores y trajeron una
alta tecnología en el tratamiento de los metales, ya desarrolladas
en Anatolia y en Persia. También se habían infiltrado
desde Siria pueblos de habla semita, aunque alrededor del año
3.000 al 2.000, habían incursionado a esas tierras tanto los
Acadios y los Amoritas, como los indoeuropeos Luvitas e Hititas, y
los Arrianos, originalmente venidos desde el Cáucaso.
Los sumerios se organizaron en ciudades-estado, y para abastecerse
de madera, metales y piedras semi preciosas, viajaron por Persia y
Asia Menor.
El intento imperialista fue realizado por la primera dinastía
acadia, principal-mente, por el rey Sargón y su nieto Naram-Sin,
quienes sometieron las ciudades-estado a un gobierno centralizado;
conquistaron por el sudeste desde Persia hasta Siria y extendieron
su comercio por mar hasta el Golfo de Omán y, por tierra, hasta
el valle del Indo.
El sumerio es la más antigua lengua escrita, hablada en el
suroeste de Mesopotamia, durante el III milenio; la escritura se hacía
con caracteres cuneiformes, y aunque dejó de hablarse después
del siglo II, se siguieron empleando los caracteres cuneiformes, es
decir, en los alrededores de la era cristiana. El sumerio era una
lengua aglutinante, sin embargo, pese a las muchas comparaciones con
lenguas altaicas ( el dravídico, el bantú, el brähui),
no se ha podido encontrar parentesco ni afinidad genérica entre
el sumerio y ninguna otra lengua conocida.
Este primer imperio acadio, que se formó alrededor del año
2.000, colapsó por la presión de los Amoritas,
otro pueblo semita.
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