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La madera

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Se dice para elogiar la madera que el material del que están hechos los troncos es el producto de la actividad del árbol durante toda su vida y una de las mayores obras de arte de la Naturaleza terrestre. Quien lograra hacer el Libro ilustrado de la madera, nos presentaría un trabajo que podría parangonarse con Las obras de Alberto Durero o con el magnífico libro Los altares de Riemenschneider. Puede compararse a esos mapas en los que se representan las ciudades aumentadas, los hombres con los trajes regionales y, entre ellos, algunos animales característicos, para dar una idea de la vida del país. Muestra los elementos de la madera en su ordenación típica, para formarse una idea de lo que se indica realmente cuando se pronuncia la palabra madera.

La industria maderera realiza el estudio de esta materia con fines prácticos en institutos especiales. Como sucede con todo, también aquí ha progresado el estudio de tal forma que se ha publicado una literatura abundante sobre la madera, se ha descubierto mil veces más de lo que se pretendió, y se han planteado por lo menos tantos enigmas como conocimientos se han adquirido hasta el día.


El tronco de un árbol es el resultado de un trabajo tan viejo como el árbol. Cada rama que sale del tronco requiere que se formen nuevos haces de tubos conductores. Éstos se sitúan hacia afuera (debajo, no, encima de la corteza), de forma que el tronco se en-gruesa cada ano con el espesor de una nueva capa de tubos. El conjunto de los tubos que aparecen en el .curso de un verano constituye el anillo anual, y por el número de tales anillos se puede deducir la edad del tronco. Leonardo da Vinci escribió en su libro sobre la pintura -¡ en un libro sobre la pintura se dice algo de los anillos anuales!- que se puede leer en ellos no solamente la edad, sino también el tiempo que hizo durante cada año por el distinto espesor que alcanzan, y por eso se le considera como el padre es-piritual del estudio de los anillos de los árboles, que en nuestro siglo ha llegado a convertirse en una verdadera ciencia.

En Arizona existe un laboratorio de los anillos anuales, que publica boletines desde 1933, y en el que se han preparado científicamente más de un millón de cortes de madera. En Estocolmo se utiliza; un aparato que aumenta los cortes de madera y los hace recorrer un campo visual, cuenta automáticamente el número de capas, registra su anchura con la precisión de 1/100 mm y elabora matemáticamente los resultados. Este registrador de anillos prepara en una hora muchas docenas de huellas dactilares, que, es lo que verdaderamente representan estas firmas.

Cada especie de árbol reacciona de una manera distinta frente al clima; cada región posee su clima propicio o clima local; cada año transcurre con una cierta sucesión de horas de sol y de nubosidad, de sequedad y lluvia y fríos, de viento y de calma, y así se origina un anillo que tiene unos detalles tan característicos como las huellas dactilares. Por el anillo se puede reconocer la marcha del año, lo mismo que el catador de vinos las reconoce por el vino. Por eso se llama a los troncos los anuarios de la meteorología.