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Durante mucho tiempo los medios científicos mantuvieron la
esperanza de que el planeta Marte tuviera agua, pero esa posibilidad
ha sido descartada y ahora se sabe que es un planeta desierto, con
un poco de hielo de dióxido de carbono en los polos. Por eso,
es posible sostener que el único planeta con agua que se conoce
es la Tierra y que ningún otro planeta acuoso órbita
alrededor de nuestro Sol, pese a está probado que llamándose
Tierra, sus dos terceras partes están ocupadas por agua, los
océanos, lo que quiere decir que lo que nos distingue son los
mares, cuya capacidad calórica controla el clima, estabilizando
las temperaturas de la superficie de la Tierra y aislando el océano,
en cuyas aguas se desarrolla un volumen de vida inmensamente superior
a la tierra firme; además, debido a que todos los océanos
están interconectados, puede afirmarse que constituyen una
sola realidad, pero con humores variables, con miles de caras, sea
formando las nubes o bramando con sus vientos en el canal circumplanetario
de los Cuarenta Rugientes, es decir, los dos sectores del océano
situados entre los 400 y 500 de latitud norte o sur; que refleja las
nubes en las calmadas aguas a lo largo del ecuador y levanta calor
dos veces al día sobre las raíces aéreas de los
manglares de Indonesia; sombrea de verde los bordes continentales,
porque ahí afloran por las corrientes una acumulación
de los nutrientes base del florecimiento del fitoplancton.
A lo largo de las barreras de arrecifes de los trópicos, la
monotonía azul del océano abierto termina repentinamente
en un estallido de colores violentos, y su esterilidad da paso a las
colonias de corales, uno de los ecosistemas más ricos. En los
gélidos fondos del mar hay oasis de calor y vida. En la total
oscuridad de las mayores profundidades se encienden las luces de los
organismos bioluminiscentes.
H2O es una fórmula muy conocida, porque corresponde al agua,
líquido formado por moléculas, a su vez, integradas
por dos átomos de hidrógeno que se unen a un átomo
de oxígeno, estas moléculas tienen forma de V, lo que
produce una asimetría eléctrica. Cada molécula
de agua es bipolar, es decir, tiene una ligera carga positiva en el
extremo del hidrógeno y una ligera carga negativa en el extremo
del oxígeno. De esta bipolaridad depende en gran parte el comportamiento
del océano. La bipolaridad de las moléculas de agua
las enlaza unas con otras, porque la carga positiva en el extremo
del hidrógeno de una molécula atrae a la negativa en
el extremo del oxígeno de otra. Esta atracción, que
se denomina -el enlace de hidrógeno- es lo que mantiene unidos
a los mares. En el límite aire-agua el enlace de hidrógeno
crea una tensión en la superficie, que podríamos imaginas
como una piel, que permite a los objetos más pesados que el
agua floten sobre ella. Por otra parte, el enlace de hidrógeno
influye sobre la viscosidad del agua, viscosidad que es una medida
de la fuerza necesaria para separar las moléculas de un líquido
y permitir el paso a través de él. La viscosidad, como
se dijo, simultáneamente, hace flotar a las criaturas en el
mar, pero también entorpece su desplazamiento.
Los animales más pesados que el agua deben luchar contra la
viscosidad y la densidad del agua, lo que no hacen los pequeños
animales planctónicos, que deben simplemente mantener su posición
a cierta profundidad. A este hecho se debe las diversas formas de
los peces, adaptadas para resolver los problemas que les presentan
la viscosidad, densidad y resistencia del agua para sus desplazamientos.
El corte de las aletas sirve en gran parte para romper el enlace de
hidrógeno, que también
La capacidad calorífica del agua es alta gracias al enlace
de hidrógeno y se necesita la presencia de grandes cantidades
de energía para vencerla y convertir el agua en gas. Esta capacidad
calorífica convierte a los mares en el más importante
moderador del clima de la Tierra, porque la característica
más singular del agua tal vez sea su relación temperatura-densidad.
Generalmente, la mayoría de los líquidos se hacen más
densos
La mayoría de los líquidos se hacen más densos
cuando se enfrían. Para el agua dulce esto es así hasta
unos 4 °C, punto en que la tendencia se invierte y el agua se
hace menos densa. Cuando el agua dulce se enfría a esta temperatura,
la "magia" del enlace de hidrógeno crea moléculas
de agua en forma de cristales hexaédricos, que ocupan más
espacio que las moléculas de agua líquida. Con menos
moléculas en un volumen dado, el agua sólida es menos
densa que el agua líquida y flota en ella: el hielo en formación
asciende. De este modo, mientras que la mayor parte de los otros líquidos
se congelarían a partir del fondo, una masa de agua dulce se
congela de arriba abajo.
Los océanos también se congelan generalmente de arriba
abajo, pero hay una diferencia: las sales del agua del mar rebajan
su temperatura de congelación. Cuando el agua del mar se congela
se forman en la superficie cristales de hielo de agua dulce, dejando
las sales en el agua circundante de debajo. Esta agua fría
y rica en sales se vuelve lo bastante densa para hundirse y es reemplazada
por agua más profunda. Debido a su baja temperatura de congelación,
el agua del mar profunda sólo se congela, en general, en ciertos
lugares de los polos. Si el agua se comportara como otros líquidos,
nuestros mares polares serían inmensos bloques de hielo sólido.
E1 agua, gracias de nuevo al enlace de hidrógeno, es el disolvente
casi universal. Durante miles de millones de años las lluvias
han caído sobre las tierras firmes, los ríos han desaguado
en el mar acarreando materiales disueltos y el mismo mar ha arrasado
tierras emergidas disolviendo los minerales de su base. Actualmente,
los minerales disueltos que llamamos sales constituyen cerca del .3,5
% del agua del mar. El océano contiene cerca de 40 millones
de toneladas de sal por kilómetro cúbico.
La salinidad del agua es mayor cuando los mares son muy cálidos
o muy fríos. Tanto al evaporarse como al congelarse, el agua
deja sus sales disueltas en el proceso. En los mares cerrados con
fuerte insolación -el mar Muerto, el mar Rojo-, la evaporación
superficial concentra las sales. En los mares polares, la formación
de hielo realiza la misma tarea.
La relación temperatura-densidad-salinidad es la que ha dispuesto
la variada arquitectura del océano. Los mares están
estratificados. Las primeras pocas decenas de metros forman un estrato
mezclado, enturbiado por el viento, en el que florece el fitoplancton,
y, así, casi toda la materia orgánica de los océanos
se produce por fotosíntesis. En la mayor parte del océano,
entre los 180 y los 300 m, termina el estrato mezclado y empieza el
estrato llamado termoclina, en el que la temperatura desciende bruscamente
hasta alcanzar tan solo unos pocos grados sobre cero. Por debajo del
termoclima, a unos 1.000 m, la temperatura, la densidad y la salinidad
cambian muy poco hasta llegar al fondo. Este es el océano profundo,
que constituye, con mucho, el estrato de mayor espesor. En él
no tiene lugar ninguna producción primaria, excepto alrededor
de las chimeneas hidrotermales. No hay flora; únicamente fauna:
parásitos y predadores de una clase u otra.
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