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La importancia de la mecánica humana

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En el siglo XVII, el médico inglés Harvey descubrió y demostró la circulación de la sangre. Entre sus adversarios más encarnizados se contaron las altas autoridades médicas de la época, comenzando por la Facultad de Medicina de París. Still encontró la misma acogida por parte del cuerpo médico norteamericano cuando expuso sus concepciones, cuyo principio básico es el siguiente: "Donde la sangre circula normalmente no puede desarrollarse la enfermedad, pues nuestra sangre es capaz de fabricar todos los principios útiles para asegurar la inmunidad natural y para luchar contra las enfermedades."
Esto lo formulaba hacia 1875, mucho antes de los descubrimientos sobre el papel de la sangre.


Dado el nivel de conocimientos que permitía el estado de la biología en esa época, Still era un genial precursor. "Todos los descubrimientos sobre fagocitosis, inmunología y seroterapia eran por entonces letra muerta. En el caso de la patología los conocimientos eran aún más rudimentarios. Evidentemente, se necesitaba una dosis de optimismo poco común para afirmar que la sangre humana podía fabricar por sí misma todas las sustancias necesarias para defenderse contra la enfermedad. Ahora, parece natural a las jóvenes generaciones médicas admitir la maravillosa plasticidad de la sangre humana, y hasta la existencia de especiales fuerzas for-mativas, como lo han demostrado, hace ya algunos años, los hermosos experimentos sobre cristalización. y las investigaciones modernas sobre serología.


Pero en la época de Still se trataba de una verdadera revolución, un trastorno de las concepciones médicas corrientes. Relacionar esa inmunidad del cuerpo humano con el esqueleto pareció a la mayor parte de los científicos, una verdadera herejía. Y cuando Still afirmó que esas lesiones estructurales del esqueleto tenían gran importancia y que era posible corregirlas manualmente, muchos pensaron o que se trataba de un absurdo, de una locura.
Andrew Still, con un notable espíritu de síntesis, hallaba en esa concepción el fundamento de sus experimentaciones vertebrales: toda modificación circulatoria con ineluctable repercusión patológica sobre el órgano, es presidida por un trastorno vasomotor, luego por el nervio. Ahora bien, el nervio sufre en su raíz los molestos efectos de la lesión estructural del esqueleto.


Andrew Still estableció estos principios:
a) las lesiones se encuentran en esta puerta (agujero de conjunción);
b) son causadas por la inflamación de los ligamentos y por un pequeño desplazamiento;
c) a menudo, este pequeño desplazamiento resulta de una caída;
d) un desbloqueo liberará al nervio lesionado y transformado;
e) aunque no haya habido caída, y aunque no exista lesión en ese lugar, él desbloqueo producirá una nueva vida en el nervio, y mejorarán todas las funciones que ése nervio.
Al mismo tiempo, Still extendía el campo de sus observaciones. Como se atrevió a afirmar por entonces, encontró causas mecánicas en todos los desórdenes que había examinado. Para designar a su método, creó el término de osteopatía (osteo= hueso, pathos= enfermedad).
La osteopatía no es el estudio de las enfermedades propias de los tejidos óseos, sino la ciencia que consiste en curar las enfermedades a través de los huesos y sus articulaciones. No era, por lo tanto, un tratamiento local que sólo tuviera efectos limitados, sino un método general que ostentaba vastas ambiciones. La osteopatía pretendía, en el origen de toda enfermedad, descubrir un desequilibrio de estructura, y curar corrigiéndolo.
Por lo tanto, la osteopatía desborda, aunque incluyéndolo, el cuadro de la vertebroterapia, aunque este último término sigue siendo generalmente utilizado.
En esos años, Andrew Still encaró la tarea de enseñar osteopatía a sus colegas.