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La EDAD MEDIA
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     A fines de la Edad Media las ciudades estaban habitadas por burgue-ses y artesanos. El nombre de burgueses era una derivación de la palabra alemana burg (castillo), ya que las ciudades eran fortificadas y se formaban alrededor de un alcázar. Estaban protegidas por murallas, foso y puentes levadizos.

     Los burgueses, principalmente, eran comerciantes y propietarios. Formaban hansas o cofradías para defender sus intereses; cada miembro pagaba una cuota para arrendar y mantener un local para la organización, en el que se reunían para discutir sobre negocios, y para beber. Algunas hansas llegaron a ser muy poderosas, como la de los mercaderes extranjeros de Londres o la asociación de dueños de barcas del Sena, cuyo punto de reunión llegaría a ser el Palacio Municipal de París. El rey de Francia elegía a sus consejeros y funcionarios entre los burgueses más ricos.Algo  muy distinto era ser artesano

     El artesano debía poseer el derecho de ejercer un oficio. También los artesanos se organizaban sociedades; tenían un sello representando, por lo común, las herramientas de su profesión; fundaban una cofradía religiosa e iban juntos a las procesiones y fiestas, portando el estandarte del gremio; tenían un santo patrono y en su día lo celebraban con una fiesta. Pero, para ejercer el oficio, previamente, era necesario ser admitido en el gremio y el aspirante debía pasar por tres grados. El muchacho, primero, era aprendiz.Su padre lo mandaba a servir a casa de un maestro, al que debía pagar por la habitación, por la comida y por la enseñanza del oficio. El aprendiz trabajaba sin recibir pago alguno; el maestro podía corregirlo a golpes y si huía la justicia lo obligaba a volver.

     El segundo grado era el de compañero, o criado. Podía vivir aparte y servir a un maestro por un salario. Durante este período el compañero lo destinaba a economizar dinero para establecerse y ser admitido entre los maestros, que era el grado final. Solamente los maestros tenían el derecho de fabricar un producto y venderlo por su cuenta; solo ellos podían participar en las asambleas y solo ellos tenían su casa y su familia. Los compañeros no podían negociar sus salarios: debían aceptar como pago lo ofrecido por el maestro. Tampoco podían declararse en huelga, porque la huelga estaba prohibida y se castigaba con la cárcel. Los compañeros se alojaban en casas de huéspedes o lo buscaban en casa de un maestro que tuviera una hija; no les importaba que fuera fea y con marcas de viruela, porque casarse con la muchacha era un buen recurso para facilitar su ascenso a maestro. Los maestros se organizaban para que solo ellos pudieran fabricar y vender los productos de su especialidad, porque la regla les impedía fabricar artículos de otros oficios. La manera de trabajar estaba fijada por un reglamento, debían emplear solo los materiales aprobados y el trabajo se hacía únicamente según los procedimientos autorizados. Se prohibía la competencia y quien vendía una mercadería sin que llevara su sello, podía ser multado, recluido en la cárcel y sufrir la confiscación de sus mercaderías.

     La gente del mismo oficio vivía en la misma calle, a la que daban nombre. En Madrid, todavía, existen las calles de Platerías, Ribera de Curtidores o la de Tintoreros.