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La teoría de la observación

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Desde el descubrimiento de la radiactividad en 1894 sabemos que hay átomos que son inestables y se desintegran. Pero, a pesar de saber si un átomo se va a desintegrar o no, somos incapaces de vaticinar cuándo lo hará. Lo máximo que podemos hacer es predecir que, por ejemplo, transcurrida una hora hay un 50% de posibilidades de que un átomo se desintegre. Dicho de otra manera: transcurrida una hora no hay forma de saber si ese átomo se ha desintegrado, a no ser que miremos. Lo que hace del acto de observar algo fundamental; si no lo hacemos, para nosotros ese átomo está en una especie de limbo desintegrado y no desintegrado. Esto puede parecer demasiado lejano de nuestro .mundo cotidiano y real.


¿Vivo o muerto? Imaginemos que tomamos esa misma sustancia radiactiva como motor de un ladino mecanismo. Si un átomo se desintegra, se dispara un martillo que rompe una ampolla llena de un gas letal. Ahora introducimos en una caja este dispositivo y un gato. Transcurrida una hora somos incapaces de decidir si el gato está vivo o muerto: el animal tiene un 50% de posibilidades de estar vivo y otro tanto de estar muerto. Pero eso no puede ser: o está vivo o está muerto. Sólo abriendo la caja sabremos lo que pasa.


Este desconocimiento no lo es por ignorancia, sino porque las leyes que rigen la desintegración radiactiva son probabilísticas. En definitiva, lo que nos dice 1a física es que el gato no existe hasta que lo observamos. En el momento de abrir la caja es cuando su existencia, que hasta entonces era una mezcla de vivo y muerto, es una cosa o la otra.


Ahora bien, el gato sí debe saber si está vivo o muerto, aunque nosotros no. Pero en esto poco puede ayudarnos. Por tanto, sustituyamos al gato por un ser humano. Con alguien así, si lo encontramos vivo podemos preguntarle qué ha sentido. Por supuesto, dirá que nada especial... excepto un gran alivio. Según esta interpretación la teoría se colapsa en el momento en que entra en juego la conciencia. La Luna existe porque alguien la observó en algún momento.

La observación: Algo parecido opina el maestro John Archibald Wheeler. ganador de un premio Nobel. Para él, el pasado sólo existe en la medida en que queda registrado hoy, y lo que hemos registrado es porque hemos escogido qué registrar. Su mensaje es claro: ningún fenómeno elemental es un fenómeno hasta qué es un fenómeno observado. Wheeler no apela a la conciencia, sino a la observación; El universo entero existe porque ha sido observado.
En el otro extremo de este juego de interpretaciones se encuentra la propuesta de los universos paralelos. La idea subyacente es que todo es real. El gato no está en ningún limbo; está vivo y muerto. Como no puede estar de ambas formas a la vez, el cosmos entero se escinde en dos. Así, en una de las ramas del universo el gato está muerto y en la otra, vivo.


Cada vez que se produce una alternativa cuántica el universo se divide. La idea de tener miles de millones de copias nuestras en otros tantos universos -que son inaccesibles- es sorprendente, pero la teoría matemática subyacente es absolutamente coherente. Como dijo uno de sus autores, ¡es esquizofrenia con ganas! Una locura...Por eso, Stephen Hawking comentó en cierta ocasión: "Cuando oigo hablar del gato de Schrödinger, cojo mi revólver".