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PABLO CASALS

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Un niño pobre nació en Vendrell el 29 de diciembre de 1876, hijo de un humilde organista, que daba clases de piano y canto, en dura lucha con la vida.

Al vástago del señor Casals lo llamaron Pablo.

El niño a los cuatro años cantaba en el coro parroquial, a los seis escribía música y se iniciaba en el órgano, a los siete comenzaron sus clases de-violín. Un día recaló en su pueblito un grupo de músicos vagabundos: Pablo escuchó, por primera vez, el instrumento que lo llevaría a la fama mundial: el violoncelo. Su padre, siempre escaso de dinero, le construyó con sus propias manos el primero que tuvo: la caja de resonancia era una gigantesca calabaza.

Los progresos del niño Pablo Casals eran tan increíbles que decidieron enviarlo a Barcelona. En la ciudad condal, para financiar sus estudios el joven Pablo formó en un trío que tocaba en el popular café Tost; luego consiguió emplearse en un sitio más aceptable, un café en el centro de la ciudad. Más tarde viajó al Conservatorio de Madrid, donde gozó de la protección del conde Morphy, por entonces, tutor del futuro rey y consejero de la reina regente. Durante dos años estudió contrapunto con Breton y música de cámara con Monasterio. Luego, lo enviaron a Bruselas, reputado como el mejor centro en la enseñanza de instrumentos de cuerda. Gevaert, el director del Conservatorio, se asombró de que un muchacho tan joven poseyera una técnica tan depurada; él mismo le aconsejó que viajara a París. Sin embargo, quiso que antes de irse a París, lo escuchara el profesor de la cátedra; éste, avisado por Gevaert de las excelencias de Pablo, quiso burlarse del joven músico y le preguntó qué pensaba interpretar.

- Lo que Ud. desee - dijo Casals.

- ¡Ah!, entonces tú debes ser un portento- exclamó el profesor.

La frase arrancó la risotada de los otros estudiantes, mofándose del alumno que venía del exterior. Pero, luego de escuchar su interpretación, el profesor le pidió disculpas, le dijo que lo quería en su curso y le prometió que el mismo año ganaría el premio del Conservatorio.

Pablo, dando muestras de su fuerte personalidad, se puso de pie, diciéndole:

- Señor, no permaneceré aquí ni un minuto más.

Pero, ya en Madrid, tuvo que excusarse con su protector, que no entendió la actitud de la futura celebridad.

Cuando llegaron las horas adversas para la República Española, con el alzamiento del general Franco, se confinó en Prades luego de sus triunfales recorridos por todas las salas de concierto del mundo. En Prades fue donde formuló su formidables promesa:

"Quiero paz, libertad y respeto para mis compatriotas, de modo que no tocaré en España ni en ls naciones que han contribuido a su desdicha".

A este pueblito, cada año, venían a reunirse con Casals las mayores celebridades del mundo de la música- solistas y directores de orquesta- para participar los famosos Conciertos de Prades, que eran una demostración de respeto y afecto con el insigne maestro y de solidaridad con el pueblo español.