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El protoplasma 

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El protoplasma

Nadie sabe cómo empezó la Tierra a verdear; pero cuando las aguas se templaron y hubo luz, surgirían el protoplasma y la clorofila u otros pigmentos análogos. Plasma es una voz griega que significa formación (figura, la obra de barro o de cera de los alfareros, ceramistas y ceroplastas); es también la cosa imaginada o fingida, en sentido metafórico plasmada por el poeta, y aun la inflexión suave de la voz humana.

En todas estas ideas se descubre cierta noción fundamental de blandura: sea en la arcilla, en la cera, en lo que más maleable todavía crea y labra el poeta, o en la modulación del que habla o canta. De esa blandura y suavidad goza el protoplasma; es una especie de jalea que podríamos comparar con la clara de huevo, translúcida y viscosa. Y si, para formar el término protoplasma, se antepone a la voz griega plasma, el prefijo griego proto (que significa primero), debe entenderse que el protoplasma es anterior a lo plasmado, a lo ya constituido.


De esta idea se sigue que el protoplasma de hoy procede del protoplasma de ayer, es el descendiente del primitivo protoplasma, el arquetipo de lo viviente, lo que se plasmó al principio; en pocas palabras, como dijo Huxley, es la base física de la vida. En cuanto a su presencia, es tan general en el mundo orgánico, que ningún ser carece de él, desde los más diminutos microbios hasta el hombre mismo. Es inconcebible, pues, la vida sin esa base real de sustentación y lo mismo vale en el reino de las plantas que en el reino animal.


Químicamente considerado, el protoplasma se compone de agua y de proteínas, que son compuestos orgánicos cuaternarios, esto es, integrados por carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, a los cuales pueden unirse el azufre, el fósforo, etc., y grupos prostéticos diversos. Así se forman cromoproteidos, cuando el grupo prostético es un pigmento o los glícoproteidos, si pertenece a los hidratos de carbono o nucleoproteídos, sí corresponde al ácido nucleico o al ácido fosfórico. Los compuestos orgánicos de tipo proteínico son innumerables.
Por pura coincidencia morfológica, el adjetivo proteínico, derivado de proteína, tiene la misma forma que proteínico, derivado de Proteo, el dios multiforme de la mitología. Las proteínas son también multiformes, es decir, que lo que cambia de mil maneras es la composición y estructura químicas de las proteínas; en una palabra, su fórmula química.


Cuando se analiza químicamente un vegetal, estudiando los cuerpos volátiles de su incineración y luego los componentes de las cenizas, se llega a resultados muy dispares, según la naturaleza de las plantas analizadas y las partes orgánicas de las mismas sometidas a estudio. En general, sin embargo, trece elementos pueden considerarse en ellas poco menos que constantes, a saber: los cuatro componentes, ya citados de las proteínas, y el azufre y el fósforo, y, además, otros siete: cloro, silicio, sodio, potasio, magnesio, calcio y hierro.
En los vegetales inferiores, reducidos a un corpúsculo tan pequeño que sólo es visible con auxilio del microscopio, el número total de componentes se reduce en mayor o menor grado. En un árbol, la gran masa leñosa que lo sostiene en pie cuenta de manera preponderante, mientras que el protoplasma que le da vida se reduce a una proporción relativamente pequeña; en las plantas inferiores, el sistema que podríamos llamar esquelético, el conjunto de órganos de sostén, falta por completo ; casi toda su masa es protoplasmática.