Portada

LOS PURÉPECHAS

Otros textos

Los purépechas es una etnia indígena de México que consta entre 10 y 12 millones, que pueblan unos 16.000 kilómetros cuadrados en el Estado de Michoacán. Era un pueblo seminómada cuyo nombre significa visitadores. Y se sabe poco más de su origen, hay arqueólogos que han encontrado algunas coincidencias etnológicas con los Chichimecas del norte de México, pero no faltan los que sostienen que se relacionaban con pueblos del Perú.

En todo su peregrinar se detuvieron cuando vieron cuatro piedras junto al lago Pátzcuato y se dijeron: Aquí es donde nuestros dioses nos pidieron asentarnos, lugar que llamaron Zacapu amacutin Pátzcuaro - que significa donde están las piedras a la orilla o entrada de la negrura. Este adjetivo calificativo es importante, porque para los purépachas la Negrura, es la región del más allá, el inframundo donde se encuentra el lugar en que se creó el hombre con ceniza y sangre que el dios Curacaher hacía brotar de sus orejas. La negrura se refiere a las entrañas de de la Tierra, madre creadora, y encierra el concepto mitológico, común a muchos pueblos mesoamericanos de que se proviene de la Tierra y y a ella se retorna cuando el hombre muere (Pacha Mama 0 Madre Tierra para los indios del Altiplano de Sudamérica) Y, curiosamente, los purépachas al igual que los incas se consideraban Hijos del Sol.


La formación de este reino indígena fue lento, contado el tiempo, desde la llegada de los visitadores. En 1201, el Canzoni Taríacu - Sacerdote del Viento, del Soplo Divino - asienta su capital en Pátzcuaro y consolida un inmenso reino que llama Imperio de Occidente, conservando su autonomía total frente a los aztecas hasta la llegada de los españoles Pese a la enorme extensión de los dominios purépechas, la unidad política se mantiene gracias a la organización teocrática del estado, que dirigía el Canzoni - Señor de los innumerables pueblos - representante de Curicaueri sobre la tierra y sacerdote principal, porque la religión animaba y daba sentido a las instituciones. Así era, porque los purépechas formaban un todo comunitario: los dioses, los antepasados y la comunidad.

Ellos se consideraba leñadores de de los dioses del cielo y el Canzoni, como todos sus súbditos, cortaba leña que utilizaban para que no dejaran de arder los fuegos de los templos que miraban a la ciudad. Estos fuegos, además de leña quemaban copal y tabaco y el viento transportaba el humo hasta la morada de Cueruáperi, humo que servía de alimento a los dioses.y a los hombres, porque aquellos los devolvían en forma de nubes para regar las tierras. Los purépachas tenían un calendario regulado por dieciocho fiestas religiosas, una cada veinte días, lo que daba un total de trescientos sesenta días , a los que se agregaban cinco más - que llamaban inútiles - para completar el año solar. Y cada cuatro años, agregaban un día más para celebrar la fiesta de Sicuidiro - o, desollamiento -.

En su organización social, las tierras estaban divididas en propiedad pública, que pertenecía a los dioses y, por lo tanto, era controlada por el Canzoni, jefe supremo; el resto del suelo eran tierras comunales. En cuanto a la Muerte, creían que los muertos iban a reunirse con los dioses, sus jefes y antepasados para vivir eternamente. Al ocupar el Canzoni la cumbre de la pirámide social, como representante divino recibía cuidados especiales en su viaje al otro mundo y su entierro se celebraba con la máxima solemnidad y se le ataviaba con collares , brazaletes y plumas; por la noche se incineraba el cuerpo y se hacían sacrificio de algunas mujeres y sirvientes. Al amanecer se juntaban sus cenizas y se hacía con ellas un envoltorio, fardo al que le fijaban una máscara, ojeras, plumas, brazaletes, collares, concha, cascabeles y un arco con algunas flechas.

Todo lo cual, lo cargaba un sacerdote parta depositarlo en una cámara funeraria subterránea; en la morada se depositaban también las cenizas de los que fueron sus acompañantes , tanto en la vida como en la muerte. El duelo duraba cinco días y el pueblo no salía de sus casas; pasado este plazo la vida se reanudaba igual que antes.