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La increíble importancia del riñón

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Casi cien años han pasado desde que, Claude Bernard, uno de los más notables fisiólogos del siglo XIX, fue el primero en afirmar que el verdadero medio en el que vivimos no es el aire, ni el agua, sino el plasma, la parte líquida de la sangre que baña todos los elementos de nuestros tejidos. Este ambiente interior, como más tarde llamó a este estado de nuestro organismo, establece que éste está tan aislado del mundo exterior, que ni las perturbaciones atmosféricas pueden alterarlo ni penetrar en él. Escribió el sabio Bernard: "Es como si el propio organismo se aislara en un tipo de invernáculo, donde los cambios perpetuos de las condiciones externas no pueden penetrarlo". El punto de vista de Bernard era que nosotros logramos una vida libre e independiente, física y mentalmente, debido a la constancia de la composición de nuestro ambiente interior. Sin embargo, hay que considerar que en el tiempo de Bernard la química de los organismos vivos estaba muy pobremente conocida y, por lo mismo, solo teníamos una escasa visión de la complejidad del ambiente interior. Sin embargo, ciencias modernas como la bioquímica y la fisiología, agregaron conocimientos, etapas tras etapas, en esta materia. Estos nuevos conocimientos son los que han dado énfasis e importancia a la generalización hecha por el científico francés.


Aparte de las células rojas y blancas de la sangre y, de otra parte, los elementos del fluido extracelular (es decir, el plasma de la sangre y el fluido intersticial) de todos los animales, también contiene muchas substancias orgánicas y inorgánicas diferentes. En la categoría orgánica están las proteínas del plasma y muchas moléculas más pequeñas como la glucosa, los aminoácidos (los ladrillos que forman las proteínas), los lípidos (los ladrillos que forman la grasa), y una variedad de vitaminas y hormonas, todas ellas necesarias para la nutrición y funcionamiento del cuerpo. Esta categoría orgánica incluye muchos productos de pérdida que van camino de la excreción. En la categoría inorgánica está el agua (el mayor constituyente del plasma y del fluido intersticial, así como los tejidos) y las numerosas sales como sodio, potasio, magnesio, cloro, bicarbonato y fosfato en variadas combinaciones, lo mismo que el oxígeno en su recorrido de los pulmones a los tejidos para su utilización, y el dióxido de carbone en su camino de los tejidos a los pulmones para su excreción.


Los pulmones sirven para mantener la composición del fluido extracelular con respecto al oxígeno y al dióxido de carbono, y con este proceso terminan sus funciones. La responsabilidad para el mantener la composición de este fluido respecto a otros constituyentes corresponde a los riñones. No es ninguna exageración decir que la composición de todos los fluidos del cuerpo no está determinada por lo que ingerimos por nuestras bocas, pero sí lo está por los riñones, porque éstos son los químicos maestros de nuestro desarrollo interno que, por así decirlo, rehacen del todo trabajando para esta tarea más de unas quince veces por día.


Cuando, entre otros deberes, los riñones excretan las cenizas de nuestros fuegos del cuerpo, o quitan de la sangre la variedad infinita de substancias externas que constantemente absorben nuestros sistemas gastrointestinales, estos funcionamientos excretorios son incidentales comparados con la tarea mayor de guardar nuestro desarrollo interior ideal, es decir, en un estado equilibrado. Nuestros huesos, músculos, glándulas, incluso nuestros cerebros, están llamados a hacer solo un tipo de trabajo fisiológico, mientras que nuestros riñones deben realizar una variedad innumerable de funciones. Los huesos pueden romperse, los músculos pueden atrofiarse, las glándulas pueden holgazanear, incluso el cerebro puede dormirse, y poner en peligro nuestra supervivencia; pero si los riñones fallan en su tarea se producen daños en los huesos, en los músculos o en las glándulas, a tanto que ningún cerebro podría funcionar.


Reconociendo que nosotros tenemos el tipo de desarrollo interno que poseemos, ello se debe al tipo de riñones que tenemos; es decir, debemos reconocer que nuestros riñones constituyen la base de nuestra mayor libertad fisiológica. Solo porque ellos trabajan de la manera que lo hacen, es posible que nosotros tengamos huesos, músculos, glándulas, y cerebros.


Superficialmente, pudiera creerse que el funcionamiento de los riñones es solo hacer la orina, pero desde un punto de vista más amplio, podemos decir, incluso, que el trabajo de los riñones hace posible la existencia del hombre común, de los científicos o de los filósofos. Y eso, por todo lo escrito en las líneas precedentes.