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La semilla es la portadora de la vida de una nueva generación
de una planta.
La mayor parte de la cosecha de semillas se destina a la alimentación
de hombres, animales y pájaros, reservándose una parte
para sembrarlas y cultivar la cosecha siguiente.
El rendimiento y la calidad del producto que se cosecha depende mucho
de la calidad de la semilla que se siembre y la calidad de ésta
corresponde tanto a su valor genético como a su capacidad para
germinar y producir plantas fuertes.
En realidad, la semilla es una planta joven parcialmente desarrollada
- el embrión -provista de un abundante suplemento de alimentación
- endospermas -, todo envuelto en una fuerte cáscara de protección.
Las semillas tienen diversos tamaños; desde las de orquídeas
y begonias, que son casi polvo, hasta las semillas de los cocoteros
dobles, cuyos frutos pesan unos 18 kilos.
Las semillas maduras, normalmente, no contienen aire, lo que es importante
para que la futura planta no se desarrolle en condiciones poco favorables
y para que puede mantenerse sin germinar hasta la siguiente temporada
y que sea posible conservarla y desplazarla a otros lejanos terrenos.
En el ovario de la flor hay óvulos en el que se unen el polen
masculino germinado con el huevo celular y así se forma la
semilla.
Estos huevos fertilizados se dividen en un embrión, que es
el comienzo de una nueva planta. A medida que se desarrolla el embrión,
otras partes del óvulo también crecen y se desarrollan
hasta que la semilla está madura.
Una parte del óvulo, que forma parte de la planta madre, se
desarrolla para constituirse en la capa protectora de la semilla.
Las semillas son casi un estado instintivo de la flora en la historia
de las plantas y, en sí mismas, se han adaptado para su distribución
en el tiempo y en el espacio.
En los cereales como el trigo, por ejemplo, el embrión es rico
en aceites y proteínas, pero la endoesperma - que ocupa gran
espacio en la semilla - es rica en almidón; algunas semillas,
como la cebolla, contienen reservas de azúcar, pero varias
cambian a la dextrina o el almidón, al madurar.
Las estructuras de muchas semillas son muy especiales para lograr
una extensa distribución, sea por efecto del viento, por el
agua, por la animales o por expulsión.
Las semillas pequeñas se esparcen por el viento: se han recolectado
semillas en aviones que volaban a más de 3.000 metros de altura.
El agua es otro elemento natural para la distribución de las
semillas; muchas semillas no germinan al primer contacto con el agua
y flotan fácilmente, desplazándose a increíbles
distancias en los océanos.
Además, están los animales y los pájaros e incluso
la gente que camina por campos o montañas que, en sus zapatos
o en sus trajes, pueden transportar algún tipo de semilla.
Por último, está la distribución de semillas
por explosión desde la planta madre.
El pensamiento y la violeta, por ejemplo, tienen vainas de tres segmentos
que, en el momento oportuno, se abren simultáneamente con gran
fuerza y expulsan sus semillas a una buena distancia de la planta
madre.
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