Portada

ASÍ ERA EL TEATRO FRANCÉS

Otros textos

ASÍ ERA EL TEATRO FRANCÉS

En el siglo XVII y hasta fines del XVIII, Francia era el modelo de la literatura para los otros países europeos. El idioma francés era la lengua de moda que hablaban los intelectuales y la gente culta; el gusto por lo francés era la regla de la buena sociedad.


Ya en el siglo XVI, se fomaron los grupos llamados "los cómicos de la legua", con actores que representaban donde podían, v.gr. en el cuarto grande de una posada o en una granja, alumbrando el espacio con velas de sebo. Después de varias incursiones por París representaron en el hotel de Borgoña, antiguo palacio de los duques y solo en 1628, se establecieron en París y entonces obtuvieron el título de Compañía real. Luego, en 1634, se estableció el Teatro de Marais y los actores se hicieron llamar comediantes del rey.


En aquellos teatros, la sala era larga y estrecha. En uno de los extremos, encima de un estrado, estaba el escenario: A lo largo de las paredes, dos pisos de galerías formaban los palcos. Todo el resto era el patio, donde los espectadores se mantenían de pie. La sala estaba muy mal alumbrada, con velas de sebo colocadas a los lados. Luego hubo candeleros colgados de cuerdas delante del escenario.
Los actores llevaban los trajes que querían, sin tener en cuenta el país donde la escena tenía lugar. Se juzgaba suficiente ponerse turbante para representar el papel de turco. Los papeles femeninos estaban a cargo de hombres.


El espectáculo empezaba a las dos. El precio de las localidades no era alto. El público se componía, sobre todo, de gentes del pueblo y personas de posición modesta. Gritaban, hacían ruido, como sucede hoy en los teatros de feria. Las señoras no se atrevían aún a ir al teatro. Para aquel público poco delicado, se representaban obras cuya acción fuera violenta, aparecían en escena asesinatos y combates. Se hacía con frecuencia hablar a los personajes un lenguaje muy grosero.


Apenas se pagaba al autor que escribía aquellas obras. Para vivir, necesitaba incesantemente escribir otras nuevas. Hardy, que trabajaba para el Hotel de Borgfma escribió más de 700.
Por el año 1630 tuvo lugar un gran cambio. Las personas instruidas, los caballeros y las señoras empezaron a frecuentar el teatro. Se ponían en el escenario asientos que los señores ocupaban detrás de los actores, y el escenario resultaba demasiado lleno. Las señoras asistían al espectáculo en los palcos. El patio seguía abandonado a las gentes de posición modesta y a los jóvenes.


Entonces los autores dejaron de tener en cuenta al público del patio. Quisieron trabajar para las señoras y los caballeros, que llamaban las buenas gentes, y se dedicaron, por tanto, a escribir obras adaptadas al gusto del nuevo público. Las gentes instruidas de aquel tiempo admiraban las obras de los griegos y de los romanos -que, por otra parte, conocían mal-. Quisieron que se aplicasen a las obras dramáticas francesas las reglas establecidas por los antiguos. Creían entonces que Aristóteles había establecido la regla de que la obra dramática debe representar siempre una sola acción que tiene lugar en un solo día y en un solo sitio. Era la llamada regla de las tres unidades -"unidades de acción, de tiempo y de lugar"-. La decoración no representó ya más que un sitio, porque en él había de representarse toda la obra. El autor, metido en este zapato chino, debía de arreglárselas para que todo pasase en veinticuatro horas. Así se establecieron en Francia las reglas de la tragedia y de la comedia.


Se mejoró el alumbrado, poniéndose al borde del escenario, en las candilejas, velas encendidas que había que despabilar. Pero el escenario siguió estando lleno de espectadores, y los actores llevando, trajes que no guardaban relación con los personajes de la obra. Por ejemplo, representaban al emperador Augusto con peluca, o al héroe Aquiles vestido con traje de Corte y, por cierto, las las actrices representaban a Andrómaca con vestidos de señoras de la época.


En 1636, ocurrió otro hecho significativo, relacionado con la literatura. Algunos hombres de letras tomaron la costumbre de reunirse en determinados sitios y por uno daban charlas y hablaban de de literatura. El cardenal Richelieu les propuso que constituyeran en corporación regular; eligieron, en principio, 12 miembros, que creció hasta 40 personas. Esta reunión llegó a ser una corporación oficial reconocida por el rey con el nombre de Academia Francesa. Richelieu adoptó el título de Protector y también Luis XIV fue miembro.
La Academia, desde entonces, celebró sus reuniones en el Palacio del Louvre.