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C U E N T O S  y   E P I S O D I O S

A Victoria Benado R.

Cuentos y EpisodiosEl periodista

Ordenó sus papeles y los metió en el cajón central de su escritorio, mientras pensaba en el significado de una llamada del Secretario, a hora tan temprana, ¿Qué se estaría cociendo?

Además, en el tono en que le habló le pareció confidencial. Bueno, ya se enteraría de todo en la conversación.

La sala de trabajo del Secretario Nacional era muy amplia y se llegaba a ella después de cruzar una antesala con varios sillones de cuero negro, ya marcados por el uso. Sentado, tras una mesa de regular tamaño, un recepcionista en uniforme azul, con bocamangas de oro viejo; un letrero rezaba "Informaciones" y en otro, más pequeño, se leía el nombre y el apellido del funcionario. Hacia adentro, en una espaciosa sala, con estanterías abarrrotadas de archivadores, dos escritorios y dos secretarias, que ofrecían gran contraste: una mujer de edad, de sonrisa estereotipada, con vetas de oro en la dentadura, y, otra, muy joven y atractiva, que estaba abstraída revisando los periódicos y revistas del día.

No tuvo que esperar porque, al momento de ser anunciado, apareció el Secretario Nacional, sonriente y con ambos brazos extendidos. Al cerrar la puerta, ordenó que no lo molestaran.

Apoyo el brazo derecho sobre el hombre del periodista, empujándolo con suavidad mientras le ofrecía asiento. Por la puerta del fondo, apareció un camarero con una bandeja y ofreció té o café.

- Prefiero el té - dijo el periodista.

Dando tiempo para que le sirvieran, le preguntó: - ¿Cómo está tu mujer ? Tú tiene dos varoncitos, ¿no? - Es una parejita. Todos están bien, gracias.

El escritorio estaba atestado de papeles, diarios, revistas y media docena de ceniceros repletos de cigarrillos apagados, todo, en gran desorden.

- Parece que tienes mucho trabajo. - Sí, bastante. Me falta tiempo para estar en todo. - En estas tareas ¿a quien le sobra tiempo para sí? - Tú sabes cómo es la política. Te aseguro que añoro los días de las asambleas o reuniones del partido en que todo consistía en opinar y oponerse - sonrió. Aquí es muy distinto, pero mucho.

- Otra cosa es co guitarra - dice el refrán. - Así es. Oye, me he enterado que a ti te va estupendo en el diario. - No me quejo.

- Dime ¿te gustó el té? Es regalo del embajador de la India, que es muy mi amigo. No tiene nada que ver con el té nuestro de cada día, ¿te parece? "

¡Maldito comentario, que me importa el té!

Lo que necesito saber es el por qué de este llamada tempranera. Mejor me callo hasta que salte, él primero" Sacó la pipa y se concentró en cargarla.

- Bueno, entremos en materia, mi viejo. Te habrá sorprendido mi llamada tan temprano. - Me pillaste de casualidad! - Tú sabes bien cómo está a cosa política ... - ¡Hm! - No nos dejan ni un día tranquilos, siempre buscándole cinco patas al gato: la oposición. los diarios, la radio y la tele. Tampoco nos faltan enredos de la gente de gobierno, incluso, de nuestro partido.

Tú sabes algo, ¿verdad? - No sé a qué te refieres.

- Me dicen que trabajas en algo de bulto. No te estoy tirando de la lengua; pero si tú te informas por algún canal, yo también tengo medios propios para averiguar lo que me interesa.

- Eso está claro, sin embargo, no me aclara.

- Se trata de uno de los nuestros y tengo orden del Presidente de salvarlo de cualquier manera o que, al menos, detenga las informaciones hasta después que él lea su cuenta política y económica al país. Yo sé que tú sabes. Te he llamado para que hablemos.

- Te escucho. Estaba sorprendido de que alguien supiera en qué estaba trabajando, y más si era el Secretario. Éste había recobrado su tono natural, como si hubiera pasado lo más molesto de la situación. Se repanchigó en el sillón, encendió el quinto cigarrillo, y se sirvió más café.

"Pensó: Éste está tratando de ganar tiempo y obligarme a que hable yo primero" Guardó silencio y buscó refugio en la pipa, a la que apenas había dado algunas chupadas. El Secretario le ofreció su encendedor con llama dirigida. Le vino un acceso de tos al aspirar el humo del tabaco requemado. Entonces, pensó que con una pregunta le obligaría a tomar la iniciativa.

- ¿Eso es todo? - No y sí.

- Primero, tengo saber si hablamos del mismo asunto.

- Estoy seguro de que hablamos de lo mismo. Es el pariente que está haciendo negociados con un industrial árabe.

- Bueno, eso ya me orienta, pero el Presidente tiene una larga familia. Dímelo claro, no me hagas adivinar.

- Es la oveja negra de la familia, siempre metido en enredos o en cosas poco limpias. Se le ha ayudado mucho, pero le gusta el juego y todo el dinero se le hace poco. El industria, sin escrúpulos, lo tiene acogotado. Creo que hablamos de la misma persona.

- ¡Hmm! Puede ser, pero anda tanto pillo suelto... - Yo sé que tú no eres de los que se saltan las reglas. Pero, me tienes que ayudar. Si me ayudas, yo te ayudo. Se removió en el sillón, nervioso. "Nunca habían tratado de sobornarlo, ¿cuánto podría ofrecer por una cosa así?

Claro que aceptar significaría quedar marcado, porque el secreto no sería de dos solamente. (Su palabra contra la mía) Mejor se callaba y escuchaba al otro".

- Mira, no me ha resultado fácil encontrar la solución a este asunto. - ¿Y ya la has encontrado?

- Te propongo lo siguiente: Te olvidas del caso un par de meses y yo te doy informaciones exclusivas del gobierno. Para que no te acusen de nada, también te diré en qué nos puedes atacar sin piedad. ¡No habrá otro periodista como tú! ¡El mejor informado y siempre dando sensacionales exclusivas! Y sí, además, publicas duros ataques a gente del gobierno, nadie podrá acusarte de ser un periodista entregado al servicio del Gobierno. ¿Qué te parece?

Había hablado de un tirón, como si las palabras le quemaran la boca. El periodista era rápido de imaginación. Ya veía los titulares que harían morir de envidia a la competencia y el tiraje se iría a las nubes y su porcentaje, también, subiría muy alto. Esto era entrar por la puerta ancha. Nunca había esperado que le sucediera algo parecido.

Sin embargo, no contestó inmediatamente. Otra vez, la pipa y la tos vinieron en su ayuda. Miró al Secretario Nacional sin pronunciar palabra, aguardando la pregunta que veía venir.

- Bien, ¿qué me contestas?

- Déjame pensarlo un poco.

- No creo haber dicho nada que ofenda tu honorabilidad ni tu moral de periodista; dese luego, si algo se te ofrece me lo dices y ¡listo el pescado!

- No necesito nada, gracias. Me arreglo muy bien con lo que gano en el diario. En realidad tenía ganas de cargar a ésa mierda por prepotente, inmoral y borracho. Dile al hombre que lo hago por él, que tiene que resolver hasta los problemas que le crea su parentela. ¿Algo más? - Nada más, solo agradecerte por tu actitud y darte la primera exclusiva.

Y se puso a explicarle cómo se enfrentaría el Presidente a la Oposición en la Cámara. El Presidente conocía la Constitución a fondo y las fórmulas legales para sacar adelante sus proposiciones.

Era una excelente noticia y con otras como ésta, se transformaría en un pitoniso de la política nacional. Salió a la calle, caminando firme entre el gentío.

Una ola de orgullo y satisfacción le recorría todo el cuerpo y su mirada se hizo desafiante. Tenía el mundo por delante, y en sus manos.